Martin me sonrió, pero yo no le sonreí, me limité a
mirarlo y me senté en el sofá. Cogí un libro titulado ``Leyendas y realidades
del Cielo e Infierno´´. Estaba leyendo cuando oí la voz de Martin hablándome.
-¿Qué ocurre Clara? ¿Has hablado ya con Bernardo?
Estoy enterado de lo de… -Hizo una pausa, parecía dudar. –De tu visita de hoy a
la Tierra. –Concluyó.
Levanté la vista del libro y lo miré. No tenía ganas
de hablar, pero Martin nunca me había hablado mal.
-No pasa nada. Y ya he hablado con Bernardo. Y no sé
por qué tanta preocupación por mi visita de hoy, ¡No ha pasado nada!
Debí decirlo demasiado tajante, porque Martin encaró
las cejas y levantó las manos.
-Eh, eh. Yo no he dicho nada malo, sólo es que te
veo mal. Puedes contarme lo que ha pasado.
Suspiré. Martin tenía razón, no podía pagar con él
mi enfado. Me relajé y le dije:
-He discutido con Bernardo. Por primera vez desde que estoy aquí, he discutido con él.
-He discutido con Bernardo. Por primera vez desde que estoy aquí, he discutido con él.
Martin parecía sorprendido.
-¿Con Bernardo? Pero… ¿Bernardo estaba enfadado?
-No… No exactamente. Bueno, no lo sé. Yo al menos si
estaba enfadada con él… Bueno… Lo estoy. Estoy confusa. Bernardo me ha dicho
que no puedo volver a la Tierra hasta que él lo considere oportuno. Dice que no
estoy preparada.
Martin se quedó callado, como reflexionando sobre lo
que le acababa de contar. Se cogió de las manos y bajó la vista. Me quedé a la
espera de algo. Cualquier reacción. Después de un momento, Martin levantó la
vista y comenzó a hablar.
-No puedes enfadarte con él por eso Clara. Bernardo
te quiere, y estaba muy preocupado por ti. Cuando vio a los dos ángeles y vio
que tú no venías, fue muy duro para él. Tenías que haber visto su cara cuando
preguntó por ti. Verás, estábamos todos esperando en el salón y bromeábamos. Ni
nos imaginamos que iba a suceder una cosa así. Cuando el guardián percibió la
presencia de que iban a aparecer ángeles, nos arrimamos al portal, pero sólo
aparecieron dos de los seis que habíais ido. Los dos mentores estaban
aliviados, pero todos mirábamos a Bernardo. Bueno, al menos los que lo
conocemos. Los dos ángeles le dijeron: ‘Lo sentimos Bernardo. Pero Clara… Se ha
quedado atrás.’ Su sonrisa fue muriendo lentamente en sus labios, Clara.
Pensaba que habías muerto. Para él fue un golpe durísimo.
Martin levantó la vista para mirarme y me encontró
llorando. No sabía que hubiese preocupado tanto a Bernardo. No era mi intención.
Y encima había discutido con él. Martin debió de leer mi rostro porque se
cambió del sillón al sofá donde estaba y me abrazó acariciándome el pelo, justo
como había hecho Bernardo hace un momento.
-No sabía… Bernardo… Por mi culpa… -Sollocé como una
cría.
-Shhhh…. No lo sabías, pero Bernardo se preocupa
mucho. Conmigo también lo hacía.
Cuando terminé de llorar y me serené, le pregunté a
Martin:
-Hay una cosa que me ha llamado la atención… Cuando sólo llegaron dos ángeles, me has dicho que todos mirabais a Bernardo, sin embargo habíamos ido seis personas. Vale que el mayor no tenia mentor, ya era mayor para eso pero los otros cinco si teníamos. ¿Por qué sólo mirabais a Bernardo? Entre ellos, tú mismo Martin acabas de perder a tu ángel. ¿No?
-Hay una cosa que me ha llamado la atención… Cuando sólo llegaron dos ángeles, me has dicho que todos mirabais a Bernardo, sin embargo habíamos ido seis personas. Vale que el mayor no tenia mentor, ya era mayor para eso pero los otros cinco si teníamos. ¿Por qué sólo mirabais a Bernardo? Entre ellos, tú mismo Martin acabas de perder a tu ángel. ¿No?
El rostro de Martin se ensombreció durante un
instante, pero a mí no me pasó desapercibido.
-Sí, acabo de perder a mi ángel… -Comenzó él. Se le
veía nervioso, incómodo. –Pero, Bernardo… -Una nueva pausa, que sólo sirvió
para que me pusiera más nerviosa. –Cuando Bernardo falleció, su esposa, Lucía,
ya estaba aquí. Por fin se reunieron, y eran un equipo infalible. Eran la mejor
pareja de ángeles que se había visto por aquí. Pero un día, cuando fueron a la
Tierra, estaban varios ángeles luchando cuando aparecieron dos ángeles oscuros.
Intentaron llevarse a dos jóvenes muchachas, pero Bernardo intervino. Se iba a
lanzar contra el primer ángel, cuando un demonio bastante grande saltó hacia él
con las fauces bien abiertas. Bernardo, ajeno a lo que sucedía logró llegar hasta
el ángel oscuro y liberar a una de las muchachas. El otro huyó con la segunda y
junto a los demonios pero… Algo no iba bien. Elena, se había puesto en medio
cuando el demonio saltó para alcanzar a Bernardo y ella fue quien recibió el
mordisco. Me contaron que, cuando Bernardo se arrodilló junto a ella, ella
exhaló su último aliento diciéndole a Bernardo cuánto le quería y lo feliz que
había sido a su lado tanto en la Tierra como en el Cielo. Y luego se fue. La
vida de sus ojos se apagó y dejó a Bernardo solo, llorando y con las manos
hasta las muñecas manchadas de la sangre plateada de su mujer.
Martin cogió aire y me miró a los ojos. Por segunda
vez en poco rato, estaba llorando a lágrima viva. Martin sonrió con una sonrisa
triste y me dijo que me marchara a la cama. Lo hice. Pero ya sabía exactamente
lo que tenía que hacer al día siguiente.
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