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domingo, 26 de enero de 2014

Examen

Todo sucedía como siempre. Solo que, en el fondo, no era como siempre. Aquel examen me tenía absorta por completo. Era el tercer examen que hacíamos de aquella asignatura en concreto y estaba muy preocupada.
Por lo general y como es de mi naturaleza, me preocupan todos los exámenes. Desde el más insignificante,  al más importante. Estudio todos los días y luego me pego la gran hincada de codos los tres últimos días. La noche antes del examen no puedo dormir, doy muchas vueltas, pesadillas, etc. Pero ya estoy acostumbrada a ello. A la mañana siguiente, presto la mínima atención en clase, y me concentro en el estudio del examen. Nunca es suficiente. Siempre tengo la sensación de que no he estudiado bastante. Cuando llega el momento del examen, noto mi corazón golpearme fuertemente en el pecho. Tengo que reprimir el impulso de salir corriendo lejos de mi clase. Mientras espero, intento calmarme saliendo al pasillo con mis demás compañeros, como hacemos siempre entre clase y clase, a pesar de que está prohibido. A medida de que pasa el tiempo de espera del profesor, mi nerviosismo y preocupación va en aumento. ¿Y si no me da tiempo? ¿Y si se me olvida todo? ¿Y si confundo la teoría?. Son sólo algunas cosas que me pasan por la cabeza. La que nunca desaparece, es la sensación y certeza de que voy a suspender. El miedo al suspenso es mayor que cualquier otra preocupación. 
A veces creo que es para evitar que explote, pero tanto si estoy en el pasillo, como si estoy esperando en clase, empiezo a temblar de forma descontrolada. Mis piernas empiezan a temblar y hacen que las note demasiado ligeras para soportar mi peso. Mis manos también tiemblan, como burlándose de mí, intentando que no logre escribir bien. Cuando llega el profesor, la preocupación se convierte en ansiedad por empezar el examen ya y quitármelo de encima. 
Pero en este examen era distinto. En esa asignatura, siempre era todo distinto. 

Este año, esta  asignatura en particular, siempre se me hace cuesta arriba. Y eso es de lo más raro, teniendo en cuenta lo bien que se me da la asignatura y lo mucho que me gusta. Sin embargo, este año, no puedo decir que sea así. Casi parece que todo esté, no sólo en mi contra, si no en contra de la mayoría de tercero de la ESO. 
Si este año se complicaba la cosa, no podéis ni imaginaros lo difícil que resulta cuando las ''condiciones'' no están de tu parte. Nadie sabe qué hacer con esta asignatura. No hay nada que hacer. Nada, salvo estudiar  y, cuando acabas, seguir estudiando. Siempre por mi cuenta. No hay nada más que poder hacer salvo intentar entenderlo y valerte por ti mismo y probar y, si crees en estas cosas, rezar para que te salga bien. 
Puedo decir,con toda seguridad,que la cuesta arriba no es por falta de ganas. Estoy más centrada y estudiosa que nunca. Pero, como ya he dicho anteriormente, nunca es suficiente. Después de los ''sucesos'' que han transcurrido a lo largo del año, me espero cualquier cosa de este año tan peculiar. He llegado al extremo de sentirme incómoda al estar en clase. 
Este fin de semana, he dedicado todo el tiempo a estudiar. Más de 10 páginas de resúmenes, cuadernillos de refuerzo, todos los ejercicios hechos (los mandados y los que no), estudio desde el libro de texto y total, ¿Para qué? Siento que todo el esfuerzo, todas las horas dedicadas, no van a servirme para nada. Al fin y al cabo, cualquier cosa se puede esperar. Incluso lo que sucedió en el último examen, que, tras haber salido satisfecha y haberme quedado media hora más haciendo el examen, suspendí con nota muy baja. 
 Ya no sé que más intentar, sólo me queda probar suerte quedándome toda la noche estudiando  y aún así es desalentador saber que aún estamos en el segundo trimestre. También es descorazonador ir a clase o a un examen con la más absoluta certeza del fracaso. Pero no sólo yo, toda mi clase y parte del resto de cursos están en esta situación. Casi todos tenemos ''sucesos'' con esta asignatura en particular que contar.
Este examen me preocupa tanto, no sólo por todo lo anterior, si no por algo un poco más personal. Me encantaría aprobar este examen, sentirme orgullosa de mí misma por una vez y decir: ''Lo he conseguido, yo sola y sin ayuda, lo he conseguido''. Sentir que he podido hacer frente a la situación, después de todo. Sería estupendo.  

Siento aburriros con esto, pero necesitaba una vía de escape, y me desahogo por aquí. Un saludo. 

Un amor entre dos ángeles 17

En vez de el enlace de cada fragmento, os voy a dejar el enlace de la sección de Un amor entre dos ángeles. Que lo disfrutéis y espero que os guste. Este fin de semana ando un poco liada porque tengo un examen importante el lunes, y por eso no he podido publicar antes. Ahí os lo dejo.
http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/search/label/Un%20amor%20entre%20dos%20%C3%A1ngeles

Al día siguiente me levanté cansada, sin haber dormido demasiado. Busqué a Bernardo en su habitación y en el salón, pero no lo encontré. Me junté con un ángel que me dijo que él, Martin y Simon estaban en la sala de entrenamiento, esperándome. Me dirigí allí y los hallé en una de las mesas de la zona de lectura. La zona de lectura consistía en un puñado de estanterías que contenían libros prácticos para el entrenamiento. La biblioteca del Cielo, era más bien privada, reservada para los adultos. En aquella zona de lectura, había una mesa entre estantería y estantería y no contenían ni una mínima parte de los libros de la biblioteca.
Me dirigí hacia ellos, y les di los buenos días a lo que Simon me respondió con una de sus típicas sonrisas y un ``dormilona´´ en voz baja. Me senté y tras intercambiar una mirada con Bernardo, Martin tomó la palabra.
-Bueno, no queríamos engañaros a ninguno de los dos. Tanto Bernardo como yo, estamos de acuerdo en que es absurdo ocultaros lo que está sucediendo. Los otros ángeles mentores, no quieren que se sepa entre los jóvenes, así que os pedimos que guardéis silencio en este asunto.
Hizo una pausa en la que nadie habló. Martin hablaba en voz baja, para que el resto de ángeles que se hallaban en la sala de entrenamiento no escuchasen nada. En aquella pausa, el nerviosismo de Simon y mío casi se podía palpar. Bernardo permanecía sereno, como siempre y escuchaba atentamente a Martin.
-La verdad es que este tema es de preocupación. Ya se han celebrado varias reuniones, pero por el momento hay pocas soluciones. Los adultos y sobre todo los más veteranos intentan que la vida siga su curso normal, pero cada vez, es más difícil.
Una nueva pausa. Vi como Simon se revolvía inquieto en su asiento. Yo trataba de ocultarlo, pero también estaba muy nerviosa. ¿Qué sería aquello que Martin estaba a punto de revelarnos? Intenté no dar signos de impaciencia y aguardar a que Martin continuara. Tras dirigir una mirada por todos nosotros, continuó.
-Cada vez hay más ángeles oscuros que acuden a la Tierra cada noche. No sabemos por qué, pero los ángeles que patrullan la ciudad cada noche, (hablamos de los veteranos, no de los jóvenes que vais a ahuyentar demonios) dicen que cada vez hay más. No van en grupos grandes, van en grupos de hasta tres ángeles, como siempre han hecho. El problema es que si antes había seis ángeles oscuros en total por toda la ciudad, ahora hay doce o incluso más. Este incremento es preocupante, porque significa que el riesgo para nosotros es aún mayor. Cada noche hay más, y, como ya sabéis, por lo menos dos veces a la semana hay un grupo de jóvenes ángeles de luz que van a la Tierra por primera vez. La solución que hay de momento, es que los grupos de jóvenes se aumenten y que, a su vez, haya unos pocos veteranos que les acompañen. Pero si tienen que atender a los demonios, (cuyo número también se ha incrementado), no pueden hacerse cargo si los ángeles oscuros atacan para llevarse a los más jóvenes, o para dañarlos.
Martin calló cuando un mentor pasó por la estantería contigua a la mesa donde estábamos para coger un libro. Este silencio se hizo muy tenso. Simon estaba muy serio, cosa rara en él y parecía pensativo. Bernardo alternaba su mirada de Simon a mí y viceversa. Martin miraba al ángel que buscaba un libro y de vez en cuando se giraba y nos lanzaba una rápida mirada. Mi cabeza no paraba de dar vueltas. Todo tenía más o menos sentido. Varios demonios que superan en número a los ángeles, un ángel oscuro acechando en el tejado, las medidas de seguridad eran las mismas que había explicado Martin, otro ángel oscuro en un monumento, varios demonios que consiguen rodear a ángeles. ¿Por qué estaría pasando todo esto?
El ángel por fin encontró el libro que buscaba y se alejó. Tras otra breve pausa, Martin dijo:
-Otra cosa que hay que remarcar es que los demonios parecen más… No sé cómo explicarlo… -Hizo una pausa para buscar la palabra adecuada. –Organizados. Están mucho más organizados que de costumbre. Siempre han sido criaturas muy tontas, pero eso parece que ha cambiado. El mejor ejemplo de ello son los acontecimientos de las dos últimas noches. –Martin levantó la vista y me miró. –En la primera salida de Clara, los demonios os atacaban en grupo. No todos a la vez, primero uno, luego otro, luego otro. Incluso, según tengo entendido, os acorralaron en una pared y luego consiguieron escapar dos. ¿Cierto?
Asentí, seria. Martin continuó, esta vez, dirigiendo su mirada hacia Simon.
-Y lo que pasó ayer, desconcertó a todo el mundo. Dos demonios alimentándose tan tranquilos, os dirigís a espantarlos o matarlos y de pronto… ¡Zas! Os veis rodeados por todas partes por demonios. Algunos dicen que fue una coincidencia, que los demás demonios fueron atraídos por el cadáver humano. Pero ninguno dice lo que piensa. Yo creo que fue una emboscada.

Hizo otro silencio en el que tanto yo como Simon y Bernardo asentimos para mostrar que estábamos de acuerdo. Sería una coincidencia muy grande que tantos demonios llegasen allí a la vez y encima de tantas direcciones formando un círculo que posteriormente conseguiría acorralar a un gran número de ángeles. Había algo que me inquietaba. Si había tantos ángeles oscuros, para llevar al Infierno a los ángeles de luz… ¿Por qué Axel no lo hizo? Desde luego, había tenido una gran oportunidad. Estábamos solos y nadie podría haberme ayudado. Y el ángel del parque… ¿Por qué no intervino? En todo aquel caos, podría haberse llevado a cualquier ángel, incluso a un veterano si tenía suerte. ¿Por qué? No lo entendía. ¿Para qué tantos ángeles oscuros, si no intervienen cuando tienen oportunidad? 

jueves, 23 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 16

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Asentí. Simon era quien dirigía el paseo. Caminamos en silencio y salimos del salón y nos detuvimos frente a la sala de entrenamiento. Simon abrió la puerta y me indicó que entrara. Lo seguí y cerró la puerta. La sala estaba vacía y era la primera vez que la veía vacía. Me resulto extrañísimo.
Nos sentamos y Simon comenzó a hablar.
-Hoy ha sido muy duro. No sabía que iba a ser así. Ver a uno de tus compañeros muertos… He visto sus ojos, Clara. Sin vida, huecos.  –Tragó saliva y continuó. –Los demonios son horribles. A pesar de ver ilustraciones en los libros y cosas así. Nada te prepara para la realidad. –Una nueva pausa en la que Simon levantó la cabeza y me miró a los ojos. –Unos ángeles emprendieron el vuelo, y cuando regresaron, dijeron que habían avistado demonios alimentándose en un parque. Nos dirigimos todos allí y vimos a dos demonios con un humano ya muerto. Cuando se dieron cuenta de nuestra presencia, dejaron la comida –Pronunció esto con cierta amargura. – y se encaminaron gruñendo hacia nosotros. A ti te lo puedo contar, estaba aterrado, a pesar de que estábamos tantos. Uno de los demonios saltó hacia un veterano y lo rechazó sin problemas, pero de pronto, saltó otro que no habíamos visto. Estábamos rodeados, Clara. Por todas partes. Demonios por todas partes. Eran menos, pero había algunos muy grandes. Volé para esquivar a uno y vi cómo todos luchaban. Algunos corrían mientras uno gigante les perseguía. Entonces fue cuando cayó el primero de los nuestros, y nuestro grupo se dispersó. Estábamos en grupos más pequeños y en todos había por lo menos un demonio. Cayeron algunos pero aún así… Vi que uno de los grandes tiraba a un compañero y que éste se golpeaba con una piedra. –El de la herida de la cabeza pensé. –No podía ver cómo otro compañero moría. Me lancé, todavía en el aire contra él y conseguí derribarlo, pero al ponerme en pie otro se tiró sobre mí cuando alzaba de nuevo el vuelo. Me desgarró el brazo entero, como ya habrás visto. –Dijo, con una sonrisa amarga, probablemente recordando el dolor. –Fue como si me estuvieran quemando con algo. Otro compañero me lo quitó de encima, afortunadamente. Entonces escuché el grito de que había que marcharse y volvimos.
Vi cómo los enormes ojos verdes de Simon se inundaban de lágrimas. Lo comprendí perfectamente. Yo también vi ayer cómo morían mis compañeros. Me acerqué un poco más a él y le abracé. Después de la sorpresa, me devolvió el abrazo. Permanecimos así un buen rato y luego, secándose las lágrimas dijo.
-¿Podrías aconsejarme? Es que hay algo que les he ocultado a los demás y… No sé qué hacer.
-Claro. –Dije, preguntándome qué sería.
-Cuando esquivé al primer demonio, me quedé por un rato en el aire mirado la escena. Y… -Dudó. –No estábamos solos.
-¿Qué quieres decir?
-Pues que… En un monumento del parque, había un ángel. Estaba muy oscuro así que se veía todo negro y pensé que era una estatua pero… -Volvió a dudar y le apremié con la mirada. –Se movió. Sus alas se movieron y luego volvió a quedar en la misma posición.
Nos quedamos un rato en silencio. Simon me miraba esperando una respuesta, pero yo ya sabía quién era la sombra. Axel. Así que sí que había ido aquella noche también a la Tierra.
-No creo que sea de mucha relevancia. Aunque fuera un ángel oscuro, no intervino y además sólo era uno. Creo que dará igual si no lo cuentas.
Simon sonrió, parecía aliviado.
-Gracias por escucharme, Clara. Ahora será mejor que nos vallamos, si no van a preguntarse dónde estamos.

Me levanté y salimos. Tras darnos las buenas noches, nos dirigimos cada uno a su cuarto. Aquella noche, no pude conciliar el sueño, a pesar del rato que había dormido antes. 

martes, 21 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 15

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Primero vi a Bernardo. Estaba hablando con una ángel. Ambos rostros parecían tristes. La preocupación se apoderó de mí. ¿Qué habría pasado esa noche? Continué con mi búsqueda de rostros, buscando alguno familiar. Tras un momento que me pareció eterno, vi con cierto alivio la cabellera rubia y peinada hacia la derecha de Martin. Estaba de espaldas a mí, acuclillado frente al sofá con unas gasas y vendas en una mano. En el sofá estaba sentado Simon, que parecía mucho más pálido que de normal y tenía mucha sangre en el brazo. Solté aire que ni siquiera me había dado cuenta que estaba conteniendo. Me dirigí veloz hacia donde estaba Martin y me agaché junto a él. Y vi de más cerca el brazo de Simon. Ahogué una exclamación cuando vi el largo y profundo desgarrón que tenía. La sangre no dejaba de manar mientras Martin, con las gasas iba presionando allí donde salía en mayor cantidad. De vez en cuando, el rostro de Simon se contraía en una mueca de dolor. Simon pareció ver la expresión de mi cara.
-Ha sido con una garra. –Explicó con los dientes apretados, a la vez que su rostro se contraía de nuevo. –Eran muchos, no me imaginaba lo que podía echársenos encima en poco tiempo. Primero había dos que con todos los que íbamos, pues casi sin problemas. –Pausa y otra mueca. –Pero luego empezaron a llegar más y más y se nos echaban encima. Madre mía… No pudimos más que huir. –Volvió a apretar los dientes y a cerrar los ojos con fuerza.
Escuchaba con atención y pensé que probablemente hubiera más que el día anterior. Me dirigí hacia Martin.
-¿Puedo ayudar?
Martin dejó un momento de limpiarle la herida y dirigió su mirada hacia mí. Sonrió. Parecía cansado.
-No gracias Clara. Lo mayor ya está hecho, sólo me queda vendar y listo.
Asentí y me levanté. Fui en busca de Bernardo. Se hallaba apoyado en una columna con los brazos cruzados, como tan típico era en él. Su mirada iba de un lado para otro. Me puse a su lado y miré yo también toda la sala. Había bastantes ángeles con heridas y un par de ellos hablaban con un grupo de ángeles. Había gente de un lado para otro con agua, gasas, vendas y otras cosas para curar a los heridos. Lo más grave era el ángel que había visto al entrar con el golpe en la cabeza. Otros ángeles llevaban toallas blancas empapadas en la sangre plateada, para lavarlas o, directamente, tirarlas. Parecía ser que el llevar a más ángeles había dado resultado para que hubiese menos bajas.
-¿Dónde estabas? Podíamos haberte necesitado. –Habló Bernardo.
-Me he dormido, lo lamento. –Dije, avergonzada.
-Cuando haya grupos que salgan, no se duerme hasta que vuelvan. Nunca sabes lo que puedes encontrarte cuando regresen. –Me reprendió, aunque no había dureza en su voz.
Tras una pausa, pregunté:
-¿Cuántos han… Cuántos no han vuelto?
-Dos. De veinte. Dos han quedado ilesos, aún no sé cómo y los demás… Ya lo puedes ver.

Asentí. Bernardo dijo que iba a hablar con los ``ancianos´´, como yo los llamaba. En realidad, eran ángeles que aparentaban la edad de Bernardo, pero que llevaban muchísimos años en el Cielo. Incluso había algunos que llevaban siglos allí. Me dirigí de nuevo con Martin y vi que Simon ya tenía el brazo curado y vendado. Se levantó y me dijo:
-¿Te apetece dar una vuelta?

lunes, 20 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 14

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El resto del día transcurrió con mucha tranquilidad, estuve leyendo el libro, mantuve un par de conversaciones más con Simon y las cosas entre Bernardo y yo se fueron relajando y poco a poco volvíamos a la normalidad.
A pesar de que no iba a salir, cuando llegó la noche me congregué con los demás ángeles en el salón, frente al portal. Había muchos ángeles allí, entre ellos se encontraba Bernardo que me miró, pero no dijo nada. Entre los ángeles que iban a salir había dos que me resultaban familiares y entre ellos, el que más destacaba por su cabellera pelirroja era Simon. Tenía el pelo rizado revuelto y se le veía nervioso. Se dio la vuelta y su mirada encontró la mía. Se alejó un poco del resto de los ángeles y se dirigió hacia mí.
-Has venido. –Dijo con una sonrisa.
-Sí… Quería ver cómo os vais. Os deseo mucha suerte. –Le dije yo con otra sonrisa.
-Gracias, ¿Seguro que no quieres venir? Aún hay tiempo…
-No gracias. –Lo interrumpí. –Tened cuidado  y mantén los ojos abiertos, pueden estar en cualquier parte. Ah y ya me contarás cuando vuelvas ¿Eh?
Su sonrisa se ensanchó aún más. Parecía muy ilusionado.
-Tenlo por seguro.
Acto seguido se dio la vuelta y se encaminó de nuevo hacia el portal. Vi que algunos ya habían partido. Había muchísimos ángeles que iban a partir aquella noche, observé. Incluso había algunos veteranos. Por seguridad, pensé. Nadie quería que hubiera tantas bajas. Simon se dio de nuevo la vuelta y me sonrió de nuevo. Levanté una mano a modo de despedida y se dio la vuelta y se dejó caer. Vi como sus pelirrojos rizos desaparecían y oí un fragmento de una conversación a mí espalda.
-No creo que, a pesar de que vallan tantos consigan que no haya muertes. Es parte del oficio. Además uno de los ángeles supervivientes de ayer dijo que un ángel oscuro se hallaba junto a los demonios. Si los ángeles del Infierno salen, no creo que regresen muchos…
-No seas pesimista. –Ahora la que hablaba era una mujer. –Yo creo que sí volverán. Aunque también me preocupa lo de los ángeles oscuros.
Me dieron ganas de gritarles que no todos los ángeles oscuros eran malos, que ayer uno me salvó la vida, pero en lugar de eso, me di la vuelta y me dirigí a mi cuarto. Ni siquiera volví la vista atrás por Bernardo. Me tumbé en la cama y esperé. En realidad no sabía qué es lo que esperaba pero estaba esperando algo. Mi cabeza daba vueltas. Cuando parpadeaba veía la imagen de Simon sonriéndome antes de caer hacia la Tierra. Me pregunté si Axel también iría a la Tierra aquella noche. ¿Llevaría consigo más ángeles oscuros? ¿Haría Axel daño a Simon y a los otros? Sacudí la cabeza. Axel me había salvado la vida, no había ningún motivo para que hiciera daño a Simon y a los demás ángeles que iban aquella noche. Aunque nunca se sabía lo que podía suceder. Al final, el agotamiento del entrenamiento y mis pensamientos me vencieron y me dormí.

Me desperté con la mente nublada y confusa. No sabía muy bien cuándo me había dormido ni cuánto. Me pregunté si los ángeles de aquella noche habrían vuelto y me dirigí al salón. Allí había varios ángeles y la mayoría estaban curando a otros más jóvenes. El corazón me empezó a latir más rápido. Había uno que sangraba de una enorme herida en la cabeza. Los ángeles sanamos rápido, pero aún así necesitamos curación. Vi un ángel mentor que hablaba con otros dos. Parecía desolado. Busqué con la mirada desesperadamente  a Bernardo o a Martin o a Simon. 

viernes, 17 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 13

Llevo dos días sin publicar nada porque acabo de volver al instituto y esta semana está siendo muy dura. Además se avecinan varios exámenes de golpe y eso me quita mucho tiempo libre para poder escribir y publicar. Intentaré que los períodos de tiempo que pase sin publicar sean cortos como estos dos últimos días. Espero que os guste este nuevo fragmento.

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-¿Ocurre algo? –Preguntó. Bernardo tenía una ceja extendida y parecía que estuviera evaluándome. Probablemente, así era.
-Yo… He venido para…
Bernardo siguió esperando. Odiaba que no me salieran las palabras, pero que resonaran en mi cabeza. A pesar de la confianza que teníamos Bernardo y yo, me resultaba difícil pedirle perdón. No creía que las palabras salieran de mi boca, pero lo conseguí.
-Quería pedirte perdón por lo de ayer. Me pasé mucho y… No tenía derecho a hacerlo. Siempre has estado cuidando de mí y es normal que estuvieras preocupado. Lo siento.
Bernardo replegó las alas y su punta rozaba ligeramente la cama. Se levantó y me dijo:
-Ya está olvidado, Clara. En ningún momento me enfadé contigo. Pero si ves que tus compañeros huyen, vuelve en cuanto tengas una oportunidad.
Asentí y me levanté también. Me quedé mirándolo, ya no sabía que más decir.
-¿Vamos a entrenar? –Propuso Bernardo, que casi parecía que había leído mi mente.
Volví a asentir con la cabeza. Bernardo salió por delante de mí y lo seguí. Lo seguí por el pasillo pasando por el salón de los ángeles. Ya había ángeles allí, entre ellos Martin que me saludó con la mano, sonriendo abiertamente. Le saludé con una débil sonrisa. Llegamos a la sala de entrenamiento y allí pasamos todo el día. Repasamos todo, desde la teoría hasta clase de vuelo. Pero no era como antes. Al menos yo no me sentía como antes. Bernardo se mostraba serio y firme. Sólo hablamos lo necesario, sin bromas. Me resultaba demasiado raro.
Puesto que aquel día los aprendices iban a volver a la Tierra, al final del entrenamiento me vi obligada a hacerle la pregunta que había estado evadiendo durante todo el día.
-¿Me dejarás ir esta noche a la Tierra? –Pregunté, insegura.
Bernardo pareció reflexionar. Estaba apoyado en una pared, con los brazos cruzados y alas extendidas. Me di cuenta de que Bernardo siempre había sido muy serio. Siempre estaba pensando y reflexionando en las cosas, hasta en las más simples de la vida cotidiana. Se fijaba en todo y no había detalle que le pasara desapercibido. También me fijé que me gustaba verlo así, reflexionando de brazos cruzados y con las alas extendidas, pero sin estar extendidas del todo. Era una postura que había visto tantas veces en él… Su voz me sacó de mis pensamientos, retumbando en la sala.
-Esta noche no. Ya veré cuando te doy permiso, Clara, pero entiéndeme, quiero que estés bien preparada antes de ir de nuevo allí.
Asentí sin más. No me había hecho muchas ilusiones, pero aún así quería ir. Me tragué la decepción, recogí unos apuntes y le dije con una sonrisa:
-¿Vamos al salón a leer un rato?
Al parecer, él no se dio cuenta de mi decepción, porque sonrió sin mostrar los dientes y dijo:
-Vamos.
Salimos de la sala, y nos dirigimos al salón. Una vez allí, Bernardo fue a la biblioteca, un lugar sólo destinado para los ángeles completamente adultos, y regresó con tres libros. Me tendió uno y lo cogí, sonriendo en agradecimiento. Me senté en el sofá, justo donde había estado la noche anterior y Bernardo en el sillón de enfrente, ése que tanto le gustaba a Martin. Antes de abrir el libro, dirigí la mirada por la sala y observé que Martin estaba en una mesa con un chico que parecía de mi edad. Él también me vio, sonrió y me señaló con el dedo. El otro chico también se dio la vuelta y me miró con atención. Se levantó y vino hacia mí. El chico destacaba, era pelirrojo y tenía unos profundos ojos verdes. Era pálido y su rostro estaba cubierto de pecas.
-Hola, mi nombre es Simon. Tú debes de ser Clara. Martin me ha hablado de ti. Encantado. –Dijo, tendiéndome la mano.
-Hola Simon. ¿Eres el nuevo aprendiz de Martin? –Dije, sin poder evitar mi curiosidad.
El sonrió. Tenía una sonrisa muy bonita, pensé. Sus pálidos labios rosados destacaban más bien poco en el también pálido rostro y sus dientes eran perfectos y muy blancos. Lo que más destacaba de él eran sus brillantes ojos verdes.
-Sí, bueno. He cambiado de mentor y estoy muy contento. Martin es genial.
-Sí, lo es. Es muy bueno conmigo.
-Esta noche voy a salir por primera vez, ¿Vendrías conmigo?
Mi sonrisa se apagó repentinamente. Me entristeció tener que decepcionarle, después de lo agradable que había sido conmigo. Me caía muy bien, teniendo en cuenta lo serio que pueden llegar a ser los ángeles.
-Eh… Lo lamento Simon, pero es que yo hoy no voy a salir.
Simon pareció un poco decepcionado, pero a pesar de eso, sonrió y dijo:
-Bueno, no importa. Nos veremos por aquí.
-Te deseo suerte.
-Gracias. –Acto seguido se marchó a la mesa donde Martin estaba aguardando a Simon.



lunes, 13 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 12

http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles-completo.html http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles-10.html http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles-11.html Aquí os dejo el fragmento de hoy, en el que volvemos a la mente de Clara, que está dispuesta a arreglar la discusión que tuvo ayer con Bernardo. Ahí os dejo:
                         -De vuelta al Cielo, al día siguiente-
Aquel día me levanté más pronto de lo normal. Logré vencer al sueño y al cansancio de ayer, más la cerradura que parecía tener mis ojos, que me decían cerrados que aún no era hora de abrirse.
Fui derecha a la habitación de Bernardo. Entre silenciosamente y me senté en la silla del blanco escritorio. Me senté allí y contemplé a Bernardo dormir.
Su rostro estaba en quietud, salvo los ojos que a veces se movían ligeramente. Creo que estaba soñando. Me pregunté con qué soñaría. Una imagen de Bernardo llorando por la muerte de su esposa Lucía se me pasó por la cabeza y nuevamente sentí una punzada de culpabilidad. Aún se apreciaban las bolsas de debajo de sus ojos. Bernardo estaba tranquilo, sereno como casi siempre. Una oleada de cariño se extendió por todo mi pecho. En ese momento me di cuenta de cuánto quería a Bernardo, y las pocas veces que se lo había dicho. Me dije a mí misma que tenía que decírselo más a menudo. Para mí lo era todo en el Cielo, todos esos años cuidándome y enseñándome.
Mi mente divagó por todos mis recuerdos. Entre ellos el de mi muerte.  Antes me afectaba mucho, pero ahora lo veía como un suceso más. Apenas tenía importancia ya para mí. Claro que es una cosa que no se puede cambiar, y para los humanos es un suceso terrible y enorme. Pero para mí, que sé lo que después sucede después de eso no es tan trágico. Incluso lo veo ahora bien, porque al morir, vine a este mundo mágico. Aunque a veces, me preguntaba cómo habrían sido las cosas de continuar viva. Mi padre y yo tendríamos más recuerdos, más recuerdos de navidad. Habría aprendido a multiplicar y a dividir. Recuerdo que me hacía mucha ilusión mejorar mi letra y mi lectura. Allí en el Cielo, sólo escribía de vez en cuando, y casi todos los ángeles tienen la misma letra. Es como si ya supiera escribir bien cuando llegué al Cielo. A veces me preguntaba si hubiera sacado buenas notas, si hubiera tenido muchos o pocos amigos y si hubiera tenido novio. Sonreí al pensar esos pensamientos tan simples. Otro gran acontecimiento en mi vida fue cuando conseguí las alas. Me entra la risa cuando recuerdo que iba a todas partes planeando. Bernardo reía cuando algún ángel me preguntaba por qué volaba. Y aquellos días en los que Bernardo, para enseñarme a volar, me levantaba prácticamente por encima de su cabeza, me lanzaba por los aires hacia el alto techo de la sala de aprendizaje de vuelo y me gritaba `` ¡Vuela! ¡Vuela pequeña pajarito!´´ y yo reía e intentaba la mayoría de las veces sin éxito desplegar las alas y mantenerme en el aire. La primera vez que me salió bien, alcé el vuelo, llegué hasta el techo mientras Bernardo reía a carcajada limpia y luego regresé a su lado.
Otro de esos sucesos importantes, por no mencionarlos todos, pasó ayer. Cuando fui a la Tierra. La sonrisa que se había formado en mi cara al recordar tantas cosas murió y fue decayendo hasta que mi semblante se ensombreció. Aquella noche, las imágenes de lo ocurrido pasaban ante mí como si estuviese viendo una película. La sombra en el tejado (ahora sé que era Axel), los demonios con sus babeantes y enormes bocas, la sangre de mi compañero muerto, los otros dos acorralados que huyeron sin mí, aquel subidón de la pelea, la certeza de que iba a morir cuando el demonio se abalanzó sobre mí. La sombra descendiendo y matando el demonio antes de que me matara a mí. Y la curiosidad de Axel. Su rostro no parecía furioso, como había imaginado en todos los ángeles oscuros. Sólo curioso. Su semblante torcido, extrañado, cuando murmuré el nombre de Bernardo. Su tímida pero satisfecha sonrisa cuando le dije mi nombre. Sus enormes alas y su altitud, que le hacían parecer un gigante.
Salí de mis pensamientos y volví a mirar hacia la cama. Me encontré a Bernardo sentado en la cama, con las alas extendidas y mirándome con una mirada entre expectante y curiosa.




domingo, 12 de enero de 2014

La ladrona de libros

 Oí hablar de esta novela cuando vi el trailer de la película. Inmediatamente me llamó la atención. Quería ver la película, tenía la sensación de que iba a ser muy buena. En clase de lengua, nos obligan a leer un libro por trimestre y luego nos hacen un examen. El miércoles pasado, el día de regreso al instituto, fui con mi amigo a la biblioteca para sacar el libro del examen. Quería leer ''El niño con el pijama de rayas'', puesto que había oído hablar muy bien de él. Sin embargo, el libro ya estaba prestado. La profesora de lengua me dijo que buscara otro de la lista. Fui recorriendo las estanterías hasta que encontré la saga de ''Cazadores de Sombras'' que ya he leído. Leyendo los títulos de esa misma estantería, hubo uno que me llamó la atención. Lo cogí y resultó ser La ladrona de libros. Se lo enseñé a mi amigo y la profesora de lengua nos dijo que también lo había leído y que podíamos cogerlo. El problema era que sólo había un ejemplar. Sin embargo, yo ya tenia a La ladrona de libros en el libro electrónico así que mi amigo lo cogió.
Así fue como me adentré a Himmelstrasse en la época de la Segunda Guerra Mundial y conocí a Liesel Meminger una chiquilla rubia y de ojos castaños que se dirigía en tren junto con su madre y su hermano a la nueva casa de acogida de los dos hermanos en Himmelstrasse. El hermano de la pequeña Liesel falleció durante el trayecto y tras el entierro, el robo de su primer libro y despedirse de su madre, Liesel conoce a Hans y Rosa Hubermann, sus nuevos padres. Así comienza la historia de Liesel en la que su vida se ve muy marcada cuando aparece en su vida un hombre. No un hombre cualquiera. Un judío. Max Vandenburg. 
Tras un episodio en la vida de Hans Hubermann, en el que conoció al padre de Max durante la Primera Guerra Mundial, acogen al judío escondiéndolo en el sótano. Todo va bien por el momento en casa de los Hubermann. Liesel sale ha hacer la colada, leer en casa de la mujer del alcalde y a jugar con Rudy Steiner, su mejor amigo y con el que comparte una especie de romance. Por las noches sigue leyendo con su padre y Max. 
No voy a destapar más de la historia. Este es un libro que lo narra La Muerte, y creo que no podría haber un narrador mejor, teniendo en cuenta que estamos en la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos, matanzas de judíos, etc son frecuentes. 

Este es un libro que me ha encantado por completo. Desde el miércoles que lo empecé hasta hoy, prácticamente no he podido dejar de leer. Es un libro que me ha agarrado bien de principio a fin. Tantos sucesos como tiene, tanto cariño enterrado, tanta tristeza, tanto horror, tanta muerte... Para mí es un libro totalmente irresistible. Por no olvidar la historia que aprendes leyéndolo, datos históricos verdaderos unidos con este relato. Es uno de los libros que más me han gustado desde que terminé Cazadores de Sombras y de hecho creo que es el primero que me ha enganchado tanto desde entonces. Es un libro que recomiendo a todo el mundo, sobre todo a aquellos que disfruten de la lectura, porque posiblemente se vean en cierta forma identificados con Liesel. Es un libro magnífico, muy bien narrado. 
Hay mucho amor y cariño en todos los personajes, tanto que es casi palpable, a pesar de la dureza de los acontecimientos y el marco en el que se encuentran. Creo que es un libro que debería leerlo mucha gente porque va a atraparte completamente y a hacer aflorar sentimientos que sólo puede percibir de ésa forma leyéndolo. 

Os animo, un saludo.  

Un amor entre dos ángeles 11

Esta es mi publicación número 30 en el blog y el fragmento número 11. Esta vez, descansamos un poco de la mente de Clara y nos sumergimos en una completamente diferente.

                                          -Pausa-
Estaba tumbado en la cama, mirando al techo negro. No dejaba de pensar en lo que había sucedido hoy. El susurro de la ángel de luz diciendo su nombre resonaba en mi cabeza. Clara. La recordaba a la perfección. La veía tan frágil. Tan pequeña comparada conmigo. Sus alas eran mucho más pequeñas y sus plumas, más cortas. Sonreí, al pensar que yo una vez también fui así. No tan bajo como ella claro, pero con plumas blancas y siendo tan bueno con todo el mundo. Sabía que no tenía que haberla salvado. Habría sido tan fácil traérmela al Infierno. Más aún después de que me viera agazapado en el tejado. Podría haber dado la voz de alerta y tendría que haber intervenido antes. Y ella no lo hizo. No sabía sus motivos, pero no lo hizo. Eso sólo consiguió que me interesara más por ella. ¿Por qué no habría dado la voz de alarma? Para mí, todo un misterio. Tendría que haberla traído. No paraba de repetírmelo allí tumbado, en mi habitación, desde que había llegado. Y aún así no he sido capaz de hacer una cosa tan simple como cumplir mi cometido. No después de lo que me hizo mi propio padre. No era capaz. Hay cosas que cambian cuando llegas al Infierno, pero no los recuerdos. No puedo olvidar la traición que sentí a manos de mi propio padre. Me pregunté si Clara tendría familiares en el Cielo.

Menos mal que los demonios no hablaban, porque si no estaría metido en un buen lío. Me hizo gracia la repugnancia en sus ojos cuando regresé después de haber matado a uno de sus hermanos y puesto a salvo a un ángel contrario a mí. Una carcajada amarga salió por mi garganta al volver a recordarlo. Al final me dormí. Con el recuerdo de mi padre. Pero no fue ése el recuerdo con el que me dejé llevar a los brazos de sueño, si no con el de Clara. La pequeña ángel apareció en el último segundo con sus alas extendidas, desconfiando. Con esa imagen me dormí. 

sábado, 11 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 10

Aquí el fragmento de hoy. Pongo el enlace de la publicación anterior en el que está todo lo sucedido hasta ahora. http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles-completo.html

Martin me sonrió, pero yo no le sonreí, me limité a mirarlo y me senté en el sofá. Cogí un libro titulado ``Leyendas y realidades del Cielo e Infierno´´. Estaba leyendo cuando oí la voz de Martin hablándome.
-¿Qué ocurre Clara? ¿Has hablado ya con Bernardo? Estoy enterado de lo de… -Hizo una pausa, parecía dudar. –De tu visita de hoy a la Tierra.  –Concluyó.
Levanté la vista del libro y lo miré. No tenía ganas de hablar, pero Martin nunca me había hablado mal.
-No pasa nada. Y ya he hablado con Bernardo. Y no sé por qué tanta preocupación por mi visita de hoy, ¡No ha pasado nada!
Debí decirlo demasiado tajante, porque Martin encaró las cejas y levantó las manos.
-Eh, eh. Yo no he dicho nada malo, sólo es que te veo mal. Puedes contarme lo que ha pasado.
Suspiré. Martin tenía razón, no podía pagar con él mi enfado. Me relajé y le dije:
-He discutido con Bernardo. Por primera vez desde que estoy aquí, he discutido con él.
Martin parecía sorprendido.
-¿Con Bernardo? Pero… ¿Bernardo estaba enfadado?
-No… No exactamente. Bueno, no lo sé. Yo al menos si estaba enfadada con él… Bueno… Lo estoy. Estoy confusa. Bernardo me ha dicho que no puedo volver a la Tierra hasta que él lo considere oportuno. Dice que no estoy preparada.
Martin se quedó callado, como reflexionando sobre lo que le acababa de contar. Se cogió de las manos y bajó la vista. Me quedé a la espera de algo. Cualquier reacción. Después de un momento, Martin levantó la vista y comenzó a hablar.
-No puedes enfadarte con él por eso Clara. Bernardo te quiere, y estaba muy preocupado por ti. Cuando vio a los dos ángeles y vio que tú no venías, fue muy duro para él. Tenías que haber visto su cara cuando preguntó por ti. Verás, estábamos todos esperando en el salón y bromeábamos. Ni nos imaginamos que iba a suceder una cosa así. Cuando el guardián percibió la presencia de que iban a aparecer ángeles, nos arrimamos al portal, pero sólo aparecieron dos de los seis que habíais ido. Los dos mentores estaban aliviados, pero todos mirábamos a Bernardo. Bueno, al menos los que lo conocemos. Los dos ángeles le dijeron: ‘Lo sentimos Bernardo. Pero Clara… Se ha quedado atrás.’ Su sonrisa fue muriendo lentamente en sus labios, Clara. Pensaba que habías muerto. Para él fue un golpe durísimo.
Martin levantó la vista para mirarme y me encontró llorando. No sabía que hubiese preocupado tanto a Bernardo. No era mi intención. Y encima había discutido con él. Martin debió de leer mi rostro porque se cambió del sillón al sofá donde estaba y me abrazó acariciándome el pelo, justo como había hecho Bernardo hace un momento.
-No sabía… Bernardo… Por mi culpa… -Sollocé como una cría.
-Shhhh…. No lo sabías, pero Bernardo se preocupa mucho. Conmigo también lo hacía.
Cuando terminé de llorar y me serené, le pregunté a Martin:
-Hay una cosa que me ha llamado la atención… Cuando sólo llegaron dos ángeles, me has dicho que todos mirabais a Bernardo, sin embargo habíamos ido seis personas. Vale que el mayor no tenia mentor, ya era mayor para eso pero los otros cinco si teníamos. ¿Por qué sólo mirabais a Bernardo? Entre ellos, tú mismo Martin acabas de perder a tu ángel. ¿No?

El rostro de Martin se ensombreció durante un instante, pero a mí no me pasó desapercibido.
-Sí, acabo de perder a mi ángel… -Comenzó él. Se le veía nervioso, incómodo. –Pero, Bernardo… -Una nueva pausa, que sólo sirvió para que me pusiera más nerviosa. –Cuando Bernardo falleció, su esposa, Lucía, ya estaba aquí. Por fin se reunieron, y eran un equipo infalible. Eran la mejor pareja de ángeles que se había visto por aquí. Pero un día, cuando fueron a la Tierra, estaban varios ángeles luchando cuando aparecieron dos ángeles oscuros. Intentaron llevarse a dos jóvenes muchachas, pero Bernardo intervino. Se iba a lanzar contra el primer ángel, cuando un demonio bastante grande saltó hacia él con las fauces bien abiertas. Bernardo, ajeno a lo que sucedía logró llegar hasta el ángel oscuro y liberar a una de las muchachas. El otro huyó con la segunda y junto a los demonios pero… Algo no iba bien. Elena, se había puesto en medio cuando el demonio saltó para alcanzar a Bernardo y ella fue quien recibió el mordisco. Me contaron que, cuando Bernardo se arrodilló junto a ella, ella exhaló su último aliento diciéndole a Bernardo cuánto le quería y lo feliz que había sido a su lado tanto en la Tierra como en el Cielo. Y luego se fue. La vida de sus ojos se apagó y dejó a Bernardo solo, llorando y con las manos hasta las muñecas manchadas de la sangre plateada de su mujer.

Martin cogió aire y me miró a los ojos. Por segunda vez en poco rato, estaba llorando a lágrima viva. Martin sonrió con una sonrisa triste y me dijo que me marchara a la cama. Lo hice. Pero ya sabía exactamente lo que tenía que hacer al día siguiente. 

Un amor entre dos ángeles (completo)

Bueno, he decido publicar en esta entrada todo lo que he ido publicando a lo largo de estos días para que no perdáis el hilo a pesar de que os pongo el enlace de lo demás. Ahí os dejo todo lo escrito hasta ahora de principio a fin.
Este relato, trata de un amor prohibido entre dos ángeles. Un ángel de luz y uno de oscuridad. Los ángeles de luz, viven en el Cielo y su misión es acabar y ahuyentar con los demonios que hay en la Tierra. Para impedirlo, existen los ángeles oscuros. Ellos, tratan por todos los medios de que los ángeles de luz se pasen al lado oscuro. Estos ángeles, viven en el Infierno y son todo lo contrario a los ángeles de luz. Los ángeles de luz están ataviados de una túnica blanca en las ángeles y una camisa y pantalones blancos en los ángeles varones. También tienen alas blancas, con un leve resplandor blanquecino. Los ángeles oscuros en cambio, llevan pantalones y camisas negras y vestidos negros. Sus alas son más grandes que las de los ángeles de luz y sus plumas son completamente negras. Su actividad es más nocturna, puesto que les gustan las sombras. En cambio, también pueden salir durante el día, lo que los diferencia de los demonios, que la luz del sol les quema. 

Ahora que ya sabemos un poco de la historia, podemos comenzar:

Tenía seis años cuando morí en un accidente de tráfico en el que íbamos mi padre y yo. Mi padre resultó ileso pero yo no. Yo me morí. Recuerdo que era raro. Lo veía todo como si aún estuviera ahí. Vi  a mi padre salir corriendo del coche y entrar a la parte trasera donde estaba yo. Lo vi cogerme en brazos llevarme al arcén de la carretera, arrodillarse y gritar al cielo, llorando. Recuerdo que fui con él y que intenté cogerle la mano pero que no pude ya que lo atravesaba. Recuerdo haber visto mi cuerpo con una herida sangrante en la cabeza. Intenté recordar cómo me la había hecho pero no lo conseguía. Aún sigo sin recordarlo. Recuerdo a mi padre hablando por teléfono llorando y suplicando que se dieran prisa a los equipos de emergencia. Recuerdo que mi padre se tumbó encima de mi cuerpo sollozando muy fuerte. Recuerdo que cuando llegaron los equipos de emergencia estuvieron mucho rato masajeándome el pecho. Yo no entendía el porqué. Recuerdo a los médicos, hablando con mi padre con un semblante triste en el rostro. Recuerdo a un médico abrazando a mi padre, que seguía llorando. Recuerdo al otro médico cubriendo mi cuerpo. Y entonces sucedió. Vi una luz muy intensa de la que salió un hombre. Nunca había visto un hombre así. Pensé que era hermoso. Iba de blanco y brillaba levemente. De su espalda nacían dos alas blancas. El hombre me habló:
-Niña, ¿Cuál es tu nombre? 
Recuerdo que tenía una voz cálida y agradable.
-Me llamo Clara. 
-Bien Clara, creo que entiendes que acabas de fallecer.
-Quiero volver. Con mi padre.
El hombre, frunció el ceño miró a ambos lados y negó con la cabeza.
-Eso no va a ser posible pequeña. Acabas de fallecer y tienes que venir conmigo antes de que vengan Los Otros.
-¿Los otros?- Pregunté extrañada.
- Te lo voy a explicar todo. Pero para eso tienes que venir conmigo.
Me tendió la mano. Me seguía pareciendo un hombre cálido así que se la tomé. Además tenía seis años y no entendía nada pero recuerdo que me asustaba la idea de quedarme y comprobar quiénes eran Los Otros. Me guió hasta el haz de luz. Recuerdo que no pude evitar volver la vista atrás. Ante la estampa que estaba ante mí todo ocurría como si el hombre con alas y yo no estuviésemos ahí. Creo que en cierta medida me pareció normal. Mi padre estaba sentado en la parte trasera de la ambulancia, con una manta rodeándole por los hombros y uno de los médicos sentado junto a él, reconfortándole. Recuerdo que se me hizo un nudo en la garganta pero noté el tirón del brazo del hombre, insistiendo y crucé.
Sin saber cómo, me vi en un lugar como de otro mundo. El suelo y el techo eran de nube y las paredes blancas. Era todo blanco. Había gente vestida igual que el hombre y también tenían alas. Seguía agarrada de la mano de aquel hombre. Me condujo, pasando por delante de todos por un pasillo, había puertas a derecha e izquierda también blancas. Entramos en uno de los cuartos. Todo era blanco. Empezaba a acostumbrarme.
Entonces, el hombre se dio la vuelta me tomó en brazos y me sentó en una cama blanca. Se dirigió al armario. En el colgador había varias túnicas blancas. Cogió una y me la dio. Se dio la vuelta y me dijo:
-Póntela.
Sin saber muy bien porque, me la puse. La seda era suave y estaba muy limpia. Cuando hube acabado, el hombre se dio la vuelta, me miró de arriba abajo y asintió. Me tendió unas sandalias blancas con una hebilla plateada. Me las puse y comenzó a hablar:
-Bien, Clara. Ahora estás en el Cielo. Aquí, solo vas a encontrar ángeles de luz. Cuando morimos, se nos presenta la oportunidad de elegir entre luz y oscuridad. Normalmente aparecen ambas a la vez. Hoy no ha sido así. Los ángeles de luz hemos llegado antes. Los Otros, son los ángeles de oscuridad. Viven en el Infierno y todo en su mundo es negro. Son lo contrario a nosotros. Al cumplir 16 años, los ángeles de luz pueden viajar al plano terrestre para matar y ahuyentar  demonios que habitan en la Tierra. Los ángeles oscuros, intentan persuadirnos para que nos pasemos al lado oscuro y pertenezcamos al Infierno. Hasta ahí, ¿Lo entiendes?

Me quedé un rato callada. Tenía que asimilarlo todo. Entonces, le pregunte:

-Entiendo todo pero… ¿Yo por qué no tengo alas como tú y los demás?
El hombre sonrió.
-Conseguirás tus alas cuando cumplas los 10 años. Hasta entonces, estudiarás para aprenderlo todo.
Durante los cuatro años siguientes, estudié cómo matar demonios, cuándo hay que salir, cuáles son los peligros para un ángel, historias, lo que es verdad y lo que son leyendas humanas, etc.
El día en el que cumplí los diez años, estaba muy nerviosa. Salí y me reuní con Bernardo, que así se llamaba el hombre que cuatro años antes me había recogido del accidente en el que fallecí. Durante esos cuatro años, Bernardo nunca me ha dejado sola. Me ha estado enseñando todo. Bernardo ya ha alcanzado la inmortalidad. Los ángeles, a la edad de cincuenta años, dejan de crecer y cambiar y se mantienen en ese espacio por toda la eternidad. Es cuando los ángeles ya lo saben todo o casi todo sobre el Cielo. Es como alcanzar la edad adulta.
Aquel día, Bernardo y yo fuimos al Gran Salón. Estaba lleno de ángeles como siempre sucedía cuando había un Ascenso. El Gran Ángel estaba en el estrado. El Gran Ángel era un ángel más anciano que los demás. Algunos lo llamaban el Arcángel, pero nunca en su presencia. Bernardo me contó, que es uno de los primeros ángeles. Vive en un piso superior junto al resto de Arcángeles, pero él es el único que baja de piso ya que es el encargado de los ángeles de luz.
Avancé por el pasillo que habían hecho los ángeles, colocados a ambos lados del salón. Notaba todas las miradas puestas en mí. Estaba muy nerviosa. Me volví para mirar a Bernardo y descubrí que no estaba allí. Lo busqué con la mirada y lo encontré en la primera fila. Me dio seguridad y continué avanzando. Subí los tres peldaños del estrado y miré al Gran Ángel. Llevaba túnica como las mujeres, pero ésta era especial: Era más larga, acababa en una especie de O y tenía bordados de un oro resplandeciente. Sus alas eran las más grandes y resplandecientes que yo jamás hubiera visto. Tenía un pelo blanco y canoso y una espesa barba que le cubría parte del pecho. Tenía un aspecto rudo. Pero aún así, aquel ángel brillaba más que cualquier otro.
Me hizo un gesto para que me arrodillase y yo lo hice. Me tocó los hombros y me giró hasta que me quedase mirando hacia el público. Miré a Bernardo para no mirar a toda la gente que me estaba observando. Noté de nuevo las manos del Gran Ángel. No sólo notabas su tacto. Si no que, allí donde me tocaba, notaba una especie de calidez. Esta vez sus manos estaban sobre mi espalda. Me cogió una especie de pellizco y no pude evitar arquearme. Entonces me desconcerté. Seguía notando sus manos, pero las notaba lejos de mi espalda. De pronto, dejé de notarlas. Miré hacia arriba y vi que el Gran Ángel había extendido los brazos como para abrazar a alguien. Inmediatamente, todos los ángeles de la sala empezaron a aplaudir. El Gran Ángel me ordenó que me pusiera en pie y así lo hice. Los aplausos se hicieron más fuertes. Busqué a Bernardo y vi que sonreía abiertamente y aplaudía.
Notaba algo extraño en la espalda. Como una presencia. Me di la vuelta y las vi: Dos alas blancas con plumas. Eran pequeñas y redondeadas y las plumas delgadas y largas. Las toqué. Su tacto era suave y me hacía cosquillas. No en los dedos. Si no en las alas. Las notaba como si fueran parte de mí, como si fueran brazos. ``Son parte de mí´´ pensé.
Algunos ángeles empezaron a marcharse. Bajé del estrado y fui junto a Bernardo.
-Son suaves. Y las noto extrañas.
El sonrió.
-Sólo al principio, luego te acostumbras y ya ni las notas.
Sonreí. Fuimos al cuarto de Bernardo que era como mi colegio particular. Ese día, estuvimos estudiando el vuelo. Me resultó mucho más divertido que la teoría. Recuerdo su rostro de felicidad y algo más: Orgullo. Bernardo estaba orgulloso de mí.
Desperté. En el Cielo no existía ni día ni noche pero mi cuerpo se adaptó perfectamente y simplemente sabía cuando tenía que acostarme y cuando levantarme. Ese día, era especial para mí. Era mi cumpleaños. Y no solo eso. Era mi decimosexto cumpleaños. Lo que significaba que por fin podría ir a la Tierra desde mi muerte. Sonreí. Qué lejano me parecía aquello. A veces me gustaba soñar con esos acontecimientos. Me estiré. Desplegué las alas. Posiblemente no lo sepáis, pero si no despliegas las alas y estiras las alas por la mañana luego se te agarrotan y cuesta moverlas.
Fui a buscar a Bernardo. Aquella era mi rutina de las mañanas. Levantarme, estirarme, ir a buscar a Bernardo y a entrenar. Los ángeles tampoco comemos. Como mucho, alguna vez bebemos un líquido que se parece al agua pero que se llama Di Potum, que significa: ‘Bebida de los Dioses’ en latín. Es una bebida que tiene todas las características del agua pero que sólo la beben los ángeles. Bernardo me dijo una vez, que se creía que fortalecían a los ángeles.
Abrí la puerta de mi habitación y me encontré a Bernardo en el umbral, sonreía y tenía las manos en la espalda. Le sonreí. Siempre me alegraba de ver a Bernardo. Siempre había estado cuidándome, tenía algo… Paternal, y desde siempre he tenido la sensación de que lo conocía de algo. Me eché hacia atrás y volví a entrar en la habitación. Bernardo entró detrás de mí cerró la puerta.
De una de sus manos sacó un paquetito blanco, con un lazo plateado que cerraba la cajita. Me lo tendió. Lo cogí, entre sorprendida y contenta. Nunca antes me habían hecho un regalo de cumpleaños desde que estaba en el Cielo. Allí, no eran muy importantes los cumpleaños. Sólo el décimo y el decimosexto tenían alguna importancia. Deshice el lazo, y abrí la cajita. Dentro, rodeada de terciopelo blanco, había una pulsera.
La pulsera, como no, era blanca. Era una especie de tubo doblado en un círculo perfecto. Tenía un cierre de plata. Me encantó desde el primer momento. Me la puse. Alcé la mano para que Bernardo la viera. Sonrió.
-Esta pulsera, es mágica, cuando estés en la Tierra matando demonios, te avisará cuando haya uno cerca. Es útil, la verdad, pensé que hoy podrías necesi….
Le abracé. No pude evitarlo. Le tenía mucho cariño. Era como mi ‘padre’ en el Cielo, había estado cuidándome y enseñándome todo desde que morí.
-Venga, venga. –Dijo, separándome. Lo hizo con delicadeza y sonreía con cariño. –No nos pongamos cursis, hoy es el gran día, por fin irás a la Tierra. Vamos.
Y fuimos a un salón en el que Bernardo me ha estado enseñando todo desde hacía tantos años.
-Recuerda que no puedes ir a ver a tu padre. Aunque tengas muchas ganas. También has de recordar todas las formas de matar demonios. Si la pulsera vibra, significa que hay demonios cerca. No te adentres en lugares oscuros tú sola. Si vibra y no ves nada, alza el vuelo para evitar que estén detrás de ti. Y… Y ten cuidado. No me gustaría que te pasase nada. Ya sabes que los mentores no podemos ir en la primera noche.
Sonreí.
-Tranquilo, sólo me lo has repetido unas… ¿80000 veces?
El, me devolvió la sonrisa. Continuamos repasando lecciones para la gran noche que me aguardaba. Cuando por fin llegó el momento, me entró el miedo y la preocupación se apoderó de mí.
Varias preguntas daban vueltas en mi cabeza. ¿Y si yo no valía para espantar demonios? ¿Y si moría esa noche? Ya no habría vuelta atrás, iría al Paraíso. Bernardo me habló de ello una vez. Los ángeles que mueren ya no pueden ir al Cielo así que van al Paraíso. ¿Y si un ángel oscuro, me llevaba al Infierno?
Bernardo, debió de sentir mi preocupación porque me dijo:
-Tranquila, lo harás bien. Y ahora ve, ya hay algunos ángeles junto al guardián.
El guardián, era el que vigilaba la entrada y la salida de ángeles al Cielo. Cuando llegué, atravesamos esa entrada.
Fui a dirigirme hacia allí cuando oí la voz de Bernardo detrás de mí:
-Y Clara… Recuerda que estoy orgulloso de ti.
Le abracé. Bernardo era todo para mí en aquella vida de ángeles. Mi padre no murió aquel día como yo, así que él todavía estaba en la Tierra hasta que le llegase la hora. Allí en el Cielo, todos son muy buenos, pero tampoco es que se abran mucho a la gente, la verdad. Sólo Bernardo ha estado a mi lado todo este tiempo.
Me dirigí hacia el guardián, quien me saludó con un gesto de cabeza. Observé el portal, que era como un agujero en el suelo. Se veía a través de él. Veía que era de noche. Los altos edificios, eran bastante altos pero nunca serán lo bastante altos para llegar al Cielo. Todas las luces estaban encendidas. Los coches pasaban rápido y se veían pequeñísimos comparados con los edificios. Un chico cerca de mí comentó que era invierno. De pronto, sentí una punzada de añoranza. Por todo lo que perdí aquel día. Cuando pensaba en la Tierra, la recordaba como si aún fuese una niña. Recuerdo la ilusión cuando llegaba el invierno y nevaba. Las ganas de salir a la nieve. Mi constante insistencia para que mi padre me llevase al parque para hacer un muñeco. La Navidad. Los regalos, el árbol, el Belén…. Todo. Se me subió un nudo a la garganta.
-Es la hora –Anunció el guardián con su voz grave y sonora.
Inspiré hondo. Había perdido mucho pero, también había ganado. Y ahora tenía que pensar en que, en ese mundo mágico que son los ángeles, me estaba convirtiendo en adulta esa noche. Tenía que ahuyentar demonios para que no atacasen a humanos.
Di un paso, y me dejé caer. Noté una fuerte impresión, que me recordó a cuando caes de una montaña rusa. El vacío en el estómago. Luego, noté aire a mí alrededor. Caía muy deprisa. Saboreé la experiencia, y, cuando vi que el suelo ya se acercaba, extendí mis alas. Paré inmediatamente. Me quedé planeando en el aire. Fui descendiendo poco a poco hasta que mis pies tocaron la acera. Replegué las alas.
Los humanos caminaban a mi lado sin darse cuenta. Claro. Pensé. Los ángeles, demonios y ángeles oscuros son invisibles para el ojo humano. Cuando un demonio atacaba a un humano para alimentarse, el hombre o mujer muere sin saber quién o qué lo ha atacado. También recordé de las lecciones de Bernardo, que estos humanos van directamente al Infierno y depende de quiénes hayan sido, se convierten en demonios o en ángeles oscuros. Sentí lástima por ellos. Pero luego recordé que era por eso por lo que yo estaba hoy allí. Para intentar evitar que los demonios vuelvan al Infierno con el estómago vacío. Éramos seis ángeles contándome a mí. Fuimos caminando para no gastar energía, por si más tarde teníamos que usar las alas.
Estaba un tanto nerviosa. Pero no iba a dejar que aquello me afectase. Estaba alerta y con el oído bien abierto. Además, tenía la pulsera de Bernardo. La toqué. Su tacto era frío, pero me reconfortó un poco. Me tranquilizó. Seguíamos caminando. Los otros ángeles también estaban en alerta. Miraban a derecha e izquierda buscando cualquier indicio de que pudiera haber demonios cerca.  
Estaba un poco atrasada del resto, cuando de pronto, mi pulsera comenzó a vibrar. Dirigí mi mirada hacia un callejón cercano. Me encaminé hacia allí y noté que mi pulsera se volvía loca. Vibraba muy fuerte. En silencio, llamé al resto de ángeles. Ahí había demonios. Me apostaba las plumas de las alas. Los demás hicieron un círculo a mí alrededor. El mayor, creo que tenía 18 años, se encaminó hacia el interior del callejón. Lo perdí un momento de vista, allí donde las farolas ya no llegaban. Retrocedió hasta el punto en el que podíamos verle, y nos indicó que le siguiéramos. Nos empezamos a adentrar en el callejón despacio, siempre cautelosos. No se veía casi nada. Me pareció ver que algo se movía entre las sombras, pero no quise preocupar a mis compañeros. Sinceramente, tenía miedo. Más bien estaba aterrada. Pero no podía dejarme llevar por el pánico. ``Los demonios huelen el miedo, y se alimentan de eso´´ recordé. Me obligué a respirar hondo y pegarme a los compañeros de al lado.
El mayor iba un poco por delante. Observé que mis compañeros, andaban lentamente, deteniéndose a menudo, mirando por todos lados buscando cualquier indicio de movimiento. Los imité. Volví a notar que algo se movía. Pero era extraño. No se movía avanzando, si no hacía arriba. Miré hacia la azotea y vi una silueta. Estaba muy oscuro y se veía negra pero diferencie algo claro: tenía alas. Solté todo el aire. Ni siquiera me había dado cuenta de que contenía la respiración. Sería uno de los nuestros, que había volado hasta la azotea para ver mejor el callejón. La silueta estaba agazapada, con las piernas un poco separadas y los brazos apollados en el borde. Pensé que era igual que una rana. Tenía las alas extendidas. A pesar de la oscuridad, vi que las sus alas eran mucho más grandes que las mías.
De pronto, un grito rompió la noche. Bajé rápidamente la vista del tejado y dirigí la vista al frente. Me di cuenta que me había quedado parada y que los demás habían avanzado mucho más que yo. No veía a nadie. Salí corriendo en dirección al chillido. Había un pequeño faro que iluminaba el fondo del callejón. Me quedé parada al ver lo que sucedía.
Mis compañeros, estaban peleando contra varios demonios. Algunos de los otros ángeles, estaban en el suelo, luchando por mantener a raya las fauces de los demonios. Detrás de aquella escena, había dos demonios frente a un ángel tumbado que no se movía. Reconocí al chico más mayor, el que se había adentrado antes que el resto. Los demonios tenían las fauces inclinadas hacia su estómago, del que se veía un líquido plateado brillante. ``Sangre´´ pensé horrorizada. Estaba muerto. Los demás, se batían para no correr el mismo destino que nuestro camarada. Conté ocho demonios y cuatro ángeles peleando. Dos de los demonios estaban ocupados con el ángel muerto, pero aún así estábamos en clara desventaja. Y eso no era todo: los ángeles que estaban peleando, eran principiantes.
No sabía que hacer, pero tomé la decisión más rápida. Era un ángel de luz y no había ido esa noche a ver morir a mis compañeros y asustarme en un rincón. Ya era hora de que actuara como tal. Desplegué las alas, pegué un salto y me abalancé contra un demonio que estaba a punto de morder a uno de mis compañeros. Caí agarrando al demonio por el costado y por la fuerza con la que lo había empujado se empotró contra la pared del callejón. El demonio emitió un gruñido de dolor. Me puse en pie, viendo al demonio tumbado y sonreí satisfecha.
Sin embargo, los demonios eran fuertes. El demonio que había tumbado, ya se estaba poniendo en pie y observé, que los dos demonios que se estaban alimentando de mi compañero volvían la vista hacia donde estaba yo. Retrocedí un par de pasos mientras el primer demonio se sacudía y comenzaba a gruñir mostrando una no pequeña boca babeante llena de una fila de dientes y colmillos. Como haciendo coro, los otros dos lo imitaron. Contemplé que los otros dos demonios, además de babas, goteaban la sangre de mi compañero fallecido. Ver la plateada sangre y detrás mi compañero, me enfureció. Noté que me enfadaba más y más y que mi cuerpo se iba calentando. Mis alas se desplegaron, haciéndome ver más grande de lo que era. Uno de los demonios, saltó hacia mí y me derribó. Su boca abierta fue a morder, y coloqué las manos a ambos lados de la mandíbula en un intento desesperado de que no me mordiera. Por el momento funcionaba. Pero estaba presa del pánico. Estaba cegada por el miedo, no sabía que hacer.
Entonces, replegué mis piernas, y las impulsé hacia arriba empujando al demonio. Este calló al suelo con un ruido seco. Me incorporé, quedándome sentada, y vi que otros dos de los míos habían caído y un solo demonio parecía estar muerto.
De seis ángeles que habíamos ido, sólo tres aún continuábamos con vida, y a duras penas. Los demonios estaban acorralando a mis compañeros, y uno de los dos demonios que tenía delante saltó hacia mí.
De pronto, una sombra negra calló del cielo, evitando que el demonio llegase hasta mí. Yo estaba encogida, como si así fuera a protegerme de las fuertes fauces del demonio. Aparté las manos de la cabeza, y vi que el demonio que se había avalanzado yacía ahora muerto a los pies de la sombra que había caído. Dirigí la vista hacia la criatura que me había salvado la vida y no me lo podía creer.
Tenía las botas negras y altas, unos pantalones relucientes negros y no llevaba camiseta. Estaba de espaldas y de ella salían dos enormes alas con plumas largas y negras como la noche. Su pelo, lo llevaba corto y también era negro. Un ángel oscuro.
Miré hacia donde deberían estar mis compañeros y vi que no estaban. Y los demonios tampoco. Sólo había dos cadáveres de ángeles y uno de demonio. Cerca de la pared también estaba el cadáver del mayor y del demonio que el ángel oscuro había matado. Ni rastro de los otros dos.
Estaba bastante extrañada, cuando de pronto oí la voz del ángel oscuro hablándome:
- Los demonios han huido al matar yo ese. Tus compañeros ya se habían marchado.
Miré hacia el, y vi que me miraba. Sus ojos, eran grises y me miraban intensamente. Nunca antes había visto unos ojos de se color. Me miraba con intensidad, pero también con… ¿Curiosidad?
Me di cuenta de que yo estaba en el suelo y me incorporé. Estiré las alas, pero no las replegué. Había algo que me decía que no debía repregarlas, que así parecería más grande, más… Amenazante. Aún así contemplé que era mucho más baja que él y mis alas eran, por lo menos, el doble de pequeñas. Dudaba que incluso las alas de Bernardo fueran más grandes. Bernardo. Si los otros ángeles (o los que quedaban) habían vuelto al Cielo, dejándome allí, Bernardo se pondría en lo peor. Estaría muy preocupado.
-Bernardo –Susurré.
-¿Qué? –Preguntó el otro ángel. Su semblante ahora era de extrañeza.
No le contesté. En lugar de eso, me di la vuelta y emprendí el vuelo. Estaba confusa. Aquel ángel oscuro no había hecho nada malo. No había intentado llevarme a al Infierno, ni matarme. Al contrario me había salvado la vida. Vi un rascacielos y decidí posarme allí un momento. Una vez aterricé y replegué las alas, miré hacia la calle. Era muy bonita la ciudad. Miré hacia el callejón, pero sólo se veía la zona iluminada por la farola y un poco de zona sin luz. La gente pasaba como si nada, sin dirigir la mirada hacia allí siquiera. De pronto oí un sonido detrás de mí. Fue como un aleteo. Me di la vuelta y allí estaba él.
-Te has ido muy rápido. –Dijo el ángel oscuro.
Me quedé callada. No confiaba en él, aunque me hubiera salvado la vida. Aún así, esta vez no desplegué mis alas. Él también las tenía replegadas. Me limité a observarlo. Era delgado, aunque se le marcaban bien los abdominales y en los brazos se apreciaba el músculo. Debía de ser muy fuerte, pensé. Ahora, no parecía tan grande como antes, sin embargo era más alto que yo. Las alas le llegaban hasta un poco más debajo de la cadera, mientras que a mí sólo me llegaban por la zona lumbar. Tenía una figura que a mí me parecía un tanto amenazadora. Se cruzó de brazos, al parecer, esperaba una respuesta.
-Tengo que volver. –Fue lo único que dije.
Encaró las cejas y se cruzó de brazos tras un silencio un tanto tenso que  reinaba en el ambiente hasta que él repuso:
-Como quieras, estoy seguro que nos veremos otra vez. –Desplegó las alas y tras una pausa añadió- Por cierto, mi nombre es Axel.
-Clara. –Susurré.
Axel sonrió y acto seguido, levanto el vuelo. Me quedé mirándolo como descendía en picado y se alejaba volando casi a ras del suelo, esquivando coches y a la gente.
Cuando lo perdí de vista, desplegué mis alas, y empecé a volar hacia arriba. Cuando los ángeles de la luz tienen que regresar, lo único que tienen que hacer es volar hacia arriba hasta cruzar el límite del Cielo con la Tierra o mantener un portal abierto hasta el regreso. Esta segunda opción es bastante arriesgada, por que si dejas un portal abierto, cualquiera puede entrar.
Mientras volaba, recordaba todo lo que había sucedido aquella noche. Y la intervención de Axel. Gracias a él, volvería a ver a Bernardo.
El viento me sacudía en la cara mientras ascendía y cada vez era más frío. Como siempre llevaba el vestidito de tirantes… ¿Por qué los ángeles no se ponían jerseys blancos de vez en cuando? De pronto noté una especie de vibración por todo mi cuerpo y vi una luz blanca. ¡El portal! Pensé yo contenta. Bajé la velocidad y pronto me vi rodeada de la luz blanca y cegadora del portal. Cerré los ojos para protegerme de la luz y cuando los abrí, me hallaba en el salón del Cielo. Cuando me vio el guardián, abrió mucho los ojos y exclamó:
-¡Clara!
Yo le sonreí, pero él no me devolvió la sonrisa.
-Bernardo está muy preocupado. Piensa que no volverá a verte. Está en su cuarto. Ve.
Noté que mi sonrisa se moría en mis labios. Me dirigí corriendo al cuarto de Bernardo, en el que me lo encontré sentado encima de la cama. Tenía lágrimas en la cara y aparentaba muchos más años. Tenía marcas en la cara y ojeras. Me preocupé de inmediato. Avancé por la habitación y me acuclillé ante él. Bernardo levantó la vista y me miró a los ojos. Sentí una punzada de culpabilidad. Tendría que haber venido en cuanto Axel mató el demonio. Le tomé la cara entre las manos y le dije:
-Bernardo. Bernardo, soy  yo. Clara. Estoy bien Bernardo, tranquilo. Ya he vuelto. –Bernardo tenía el mismo rostro inescrutable y seguía mirándome a los ojos. –Ya he vuelto. –Repetí en un susurro.
Pareció que algo se quebraba en los ojos de Bernardo, como una cortina que se cae.
-Clara. –Susurró y me abrazó.
Le devolví el abrazo y poco a poco Bernardo subió una mano y me acariciaba el pelo. Nos pasamos así un rato y cuando me di cuenta, las lágrimas caían por nuestros rostros. Bernardo parecía estar mejor. Me preguntó qué es lo que había pasado y por qué no había vuelto con los otros dos ángeles supervivientes. Le conté la historia, pero, no sé por qué eliminé la escena del tejado. Tampoco es que hubiera pasado nada. Cuando hube acabado, Bernardo, ya más sereno, me habló con un punto de preocupación y culpa en la voz.
-Debería haber ido, o… Maldita sea, ¡Esos otros son unos cobardes! Deberían haberte protegido. Lo importante es que estás bien y que ese oscuro no te ha hecho nada. Puede que me equivocara y que no estuvieras preparada aún para salir a la Tierra. Entrenaremos más y, cuando estés lista y lo considere oportuno, podrás volver a intentarlo.
Me quedé sorprendida de lo que dijo.
-Bernardo ¡No me ha pasado nada! Podré volver a entrenar, pero nada nos prepara para la realidad. –Repliqué. –Los demonios son muy fuertes, pero una vez comienza la pelea sé exactamente lo que tengo que hacer. No puedes retenerme aquí todo el tiempo, solamente porque corra riesgos. Todo el mundo los corre.
Bernardo me miró con seriedad y dijo:
-No hay discusión. Soy tu mentor y tienes que hacer lo que diga. Mañana volveremos a entrenar.
Salí de la habitación y cerré la puerta un pelín tirando a fuerte. Estaba furiosa, ¿Por qué sería tan protector? Me dirigí al salón. No tenía sueño. Sólo estaban allí el guardián y Martin. Martin era joven, no llegaría a los treinta, y si así era no los aparentaba. Martin y yo nos llevamos bien, de hecho, me contó una vez que Bernardo había sido su mentor.


Más tarde publicaré el fragmento que corresponde hoy. Espero que os guste, un saludo.