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viernes, 17 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 13

Llevo dos días sin publicar nada porque acabo de volver al instituto y esta semana está siendo muy dura. Además se avecinan varios exámenes de golpe y eso me quita mucho tiempo libre para poder escribir y publicar. Intentaré que los períodos de tiempo que pase sin publicar sean cortos como estos dos últimos días. Espero que os guste este nuevo fragmento.

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-¿Ocurre algo? –Preguntó. Bernardo tenía una ceja extendida y parecía que estuviera evaluándome. Probablemente, así era.
-Yo… He venido para…
Bernardo siguió esperando. Odiaba que no me salieran las palabras, pero que resonaran en mi cabeza. A pesar de la confianza que teníamos Bernardo y yo, me resultaba difícil pedirle perdón. No creía que las palabras salieran de mi boca, pero lo conseguí.
-Quería pedirte perdón por lo de ayer. Me pasé mucho y… No tenía derecho a hacerlo. Siempre has estado cuidando de mí y es normal que estuvieras preocupado. Lo siento.
Bernardo replegó las alas y su punta rozaba ligeramente la cama. Se levantó y me dijo:
-Ya está olvidado, Clara. En ningún momento me enfadé contigo. Pero si ves que tus compañeros huyen, vuelve en cuanto tengas una oportunidad.
Asentí y me levanté también. Me quedé mirándolo, ya no sabía que más decir.
-¿Vamos a entrenar? –Propuso Bernardo, que casi parecía que había leído mi mente.
Volví a asentir con la cabeza. Bernardo salió por delante de mí y lo seguí. Lo seguí por el pasillo pasando por el salón de los ángeles. Ya había ángeles allí, entre ellos Martin que me saludó con la mano, sonriendo abiertamente. Le saludé con una débil sonrisa. Llegamos a la sala de entrenamiento y allí pasamos todo el día. Repasamos todo, desde la teoría hasta clase de vuelo. Pero no era como antes. Al menos yo no me sentía como antes. Bernardo se mostraba serio y firme. Sólo hablamos lo necesario, sin bromas. Me resultaba demasiado raro.
Puesto que aquel día los aprendices iban a volver a la Tierra, al final del entrenamiento me vi obligada a hacerle la pregunta que había estado evadiendo durante todo el día.
-¿Me dejarás ir esta noche a la Tierra? –Pregunté, insegura.
Bernardo pareció reflexionar. Estaba apoyado en una pared, con los brazos cruzados y alas extendidas. Me di cuenta de que Bernardo siempre había sido muy serio. Siempre estaba pensando y reflexionando en las cosas, hasta en las más simples de la vida cotidiana. Se fijaba en todo y no había detalle que le pasara desapercibido. También me fijé que me gustaba verlo así, reflexionando de brazos cruzados y con las alas extendidas, pero sin estar extendidas del todo. Era una postura que había visto tantas veces en él… Su voz me sacó de mis pensamientos, retumbando en la sala.
-Esta noche no. Ya veré cuando te doy permiso, Clara, pero entiéndeme, quiero que estés bien preparada antes de ir de nuevo allí.
Asentí sin más. No me había hecho muchas ilusiones, pero aún así quería ir. Me tragué la decepción, recogí unos apuntes y le dije con una sonrisa:
-¿Vamos al salón a leer un rato?
Al parecer, él no se dio cuenta de mi decepción, porque sonrió sin mostrar los dientes y dijo:
-Vamos.
Salimos de la sala, y nos dirigimos al salón. Una vez allí, Bernardo fue a la biblioteca, un lugar sólo destinado para los ángeles completamente adultos, y regresó con tres libros. Me tendió uno y lo cogí, sonriendo en agradecimiento. Me senté en el sofá, justo donde había estado la noche anterior y Bernardo en el sillón de enfrente, ése que tanto le gustaba a Martin. Antes de abrir el libro, dirigí la mirada por la sala y observé que Martin estaba en una mesa con un chico que parecía de mi edad. Él también me vio, sonrió y me señaló con el dedo. El otro chico también se dio la vuelta y me miró con atención. Se levantó y vino hacia mí. El chico destacaba, era pelirrojo y tenía unos profundos ojos verdes. Era pálido y su rostro estaba cubierto de pecas.
-Hola, mi nombre es Simon. Tú debes de ser Clara. Martin me ha hablado de ti. Encantado. –Dijo, tendiéndome la mano.
-Hola Simon. ¿Eres el nuevo aprendiz de Martin? –Dije, sin poder evitar mi curiosidad.
El sonrió. Tenía una sonrisa muy bonita, pensé. Sus pálidos labios rosados destacaban más bien poco en el también pálido rostro y sus dientes eran perfectos y muy blancos. Lo que más destacaba de él eran sus brillantes ojos verdes.
-Sí, bueno. He cambiado de mentor y estoy muy contento. Martin es genial.
-Sí, lo es. Es muy bueno conmigo.
-Esta noche voy a salir por primera vez, ¿Vendrías conmigo?
Mi sonrisa se apagó repentinamente. Me entristeció tener que decepcionarle, después de lo agradable que había sido conmigo. Me caía muy bien, teniendo en cuenta lo serio que pueden llegar a ser los ángeles.
-Eh… Lo lamento Simon, pero es que yo hoy no voy a salir.
Simon pareció un poco decepcionado, pero a pesar de eso, sonrió y dijo:
-Bueno, no importa. Nos veremos por aquí.
-Te deseo suerte.
-Gracias. –Acto seguido se marchó a la mesa donde Martin estaba aguardando a Simon.



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