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jueves, 9 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 8

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Este ya es el octavo fragmento que publico de Un amor entre dos ángeles, y la verdad, estoy bastante contenta por cómo está avanzando el relato, y las visitas que está recibiendo el blog desde que lo publico. Os dejo este pedazo:
Tenía las botas negras y altas, unos pantalones relucientes negros y no llevaba camiseta. Estaba de espaldas y de ella salían dos enormes alas con plumas largas y negras como la noche. Su pelo, lo llevaba corto y también era negro. Un ángel oscuro.
Miré hacia donde deberían estar mis compañeros y vi que no estaban. Y los demonios tampoco. Sólo había dos cadáveres de ángeles y uno de demonio. Cerca de la pared también estaba el cadáver del mayor y del demonio que el ángel oscuro había matado. Ni rastro de los otros dos.
Estaba bastante extrañada, cuando de pronto oí la voz del ángel oscuro hablándome:
- Los demonios han huido al matar yo ese. Tus compañeros ya se habían marchado.
Miré hacia el, y vi que me miraba. Sus ojos, eran grises y me miraban intensamente. Nunca antes había visto unos ojos de se color. Me miraba con intensidad, pero también con… ¿Curiosidad?
Me di cuenta de que yo estaba en el suelo y me incorporé. Estiré las alas, pero no las replegué. Había algo que me decía que no debía repregarlas, que así parecería más grande, más… Amenazante. Aún así contemplé que era mucho más baja que él y mis alas eran, por lo menos, el doble de pequeñas. Dudaba que incluso las alas de Bernardo fueran más grandes. Bernardo. Si los otros ángeles (o los que quedaban) habían vuelto al Cielo, dejándome allí, Bernardo se pondría en lo peor. Estaría muy preocupado.
-Bernardo –Susurré.
-¿Qué? –Preguntó el otro ángel. Su semblante ahora era de extrañeza.
No le contesté. En lugar de eso, me di la vuelta y emprendí el vuelo. Estaba confusa. Aquel ángel oscuro no había hecho nada malo. No había intentado llevarme a al Infierno, ni matarme. Al contrario me había salvado la vida. Vi un rascacielos y decidí posarme allí un momento. Una vez aterricé y replegué las alas, miré hacia la calle. Era muy bonita la ciudad. Miré hacia el callejón, pero sólo se veía la zona iluminada por la farola y un poco de zona sin luz. La gente pasaba como si nada, sin dirigir la mirada hacia allí siquiera. De pronto oí un sonido detrás de mí. Fue como un aleteo. Me di la vuelta y allí estaba él.
-Te has ido muy rápido. –Dijo el ángel oscuro.
Me quedé callada. No confiaba en él, aunque me hubiera salvado la vida. Aún así, esta vez no desplegué mis alas. Él también las tenía replegadas. Me limité a observarlo. Era delgado, aunque se le marcaban bien los abdominales y en los brazos se apreciaba el músculo. Debía de ser muy fuerte, pensé. Ahora, no parecía tan grande como antes, sin embargo era más alto que yo. Las alas le llegaban hasta un poco más debajo de la cadera, mientras que a mí sólo me llegaban por la zona lumbar. Tenía una figura que a mí me parecía un tanto amenazadora. Se cruzó de brazos, al parecer, esperaba una respuesta.
-Tengo que volver. –Fue lo único que dije.
Encaró las cejas y se cruzó de brazos tras un silencio un tanto tenso que  reinaba en el ambiente hasta que él repuso:
-Como quieras, estoy seguro que nos veremos otra vez. –Desplegó las alas y tras una pausa añadió- Por cierto, mi nombre es Axel.
-Clara. –Susurré.
Axel sonrió y acto seguido, levanto el vuelo. Me quedé mirándolo como descendía en picado y se alejaba volando casi a ras del suelo, esquivando coches y a la gente.
Cuando lo perdí de vista, desplegué mis alas, y empecé a volar hacia arriba. Cuando los ángeles de la luz tienen que regresar, lo único que tienen que hacer es volar hacia arriba hasta cruzar el límite del Cielo con la Tierra o mantener un portal abierto hasta el regreso. Esta segunda opción es bastante arriesgada, por que si dejas un portal abierto, cualquiera puede entrar.
Mientras volaba, recordaba todo lo que había sucedido aquella noche. Y la intervención de Axel. Gracias a él, volvería a ver a Bernardo. 


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