Aquí tenéis otro pedacito de ''Un amor entre dos ángeles''. En este fragmento, Clara, consigue sus alas. Os dejo lo anterior: http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2013/12/adelanto-de-un-amor-entre-dos-angeles.html http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles.html http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles_3.html
Durante los cuatro años siguientes, estudié cómo
matar demonios, cuándo hay que salir, cuáles son los peligros para un ángel,
historias, lo que es verdad y lo que son leyendas humanas, etc.
El día en el que cumplí los diez años, estaba muy
nerviosa. Salí y me reuní con Bernardo, que así se llamaba el hombre que cuatro
años antes me había recogido del accidente en el que fallecí. Durante esos
cuatro años, Bernardo nunca me ha dejado sola. Me ha estado enseñando todo.
Bernardo ya ha alcanzado la inmortalidad. Los ángeles, a la edad de cincuenta
años, dejan de crecer y cambiar y se mantienen en ese espacio por toda la
eternidad. Es cuando los ángeles ya lo saben todo o casi todo sobre el Cielo.
Es como alcanzar la edad adulta.
Aquel día, Bernardo y yo fuimos al Gran Salón.
Estaba lleno de ángeles como siempre sucedía cuando había un Ascenso. El Gran
Ángel estaba en el estrado. El Gran Ángel era un ángel más anciano que los
demás. Algunos lo llamaban el Arcángel, pero nunca en su presencia. Bernardo me
contó, que es uno de los primeros ángeles. Vive en un piso superior junto al
resto de Arcángeles, pero él es el único que baja de piso ya que es el
encargado de los ángeles de luz.
Avancé por el pasillo que habían hecho los ángeles,
colocados a ambos lados del salón. Notaba todas las miradas puestas en mí.
Estaba muy nerviosa. Me volví para mirar a Bernardo y descubrí que no estaba
allí. Lo busqué con la mirada y lo encontré en la primera fila. Me dio
seguridad y continué avanzando. Subí los tres peldaños del estrado y miré al
Gran Ángel. Llevaba túnica como las mujeres, pero ésta era especial: Era más
larga, acababa en una especie de O y tenía bordados de un oro resplandeciente.
Sus alas eran las más grandes y resplandecientes que yo jamás hubiera visto.
Tenía un pelo blanco y canoso y una espesa barba que le cubría parte del pecho.
Tenía un aspecto rudo. Pero aún así, aquel ángel brillaba más que cualquier
otro.
Me hizo un gesto para que me arrodillase y yo lo
hice. Me tocó los hombros y me giró hasta que me quedase mirando hacia el
público. Miré a Bernardo para no mirar a toda la gente que me estaba
observando. Noté de nuevo las manos del Gran Ángel. No sólo notabas su tacto.
Si no que, allí donde me tocaba, notaba una especie de calidez. Esta vez sus
manos estaban sobre mi espalda. Me cogió una especie de pellizco y no pude
evitar arquearme. Entonces me desconcerté. Seguía notando sus manos, pero las
notaba lejos de mi espalda. De pronto, dejé de notarlas. Miré hacia arriba y vi
que el Gran Ángel había extendido los brazos como para abrazar a alguien.
Inmediatamente, todos los ángeles de la sala empezaron a aplaudir. El Gran
Ángel me ordenó que me pusiera en pie y así lo hice. Los aplausos se hicieron
más fuertes. Busqué a Bernardo y vi que sonreía abiertamente y aplaudía.
Notaba algo extraño en la espalda. Como una
presencia. Me di la vuelta y las vi: Dos alas blancas con plumas. Eran pequeñas
y redondeadas y las plumas delgadas y largas. Las toqué. Su tacto era suave y
me hacía cosquillas. No en los dedos. Si no en las alas. Las notaba como si
fueran parte de mí, como si fueran brazos. ``Son parte de mí´´ pensé.
Algunos ángeles empezaron a marcharse. Bajé del
estrado y fui junto a Bernardo.
-Son suaves. Y las noto extrañas.
El sonrió.
-Sólo al principio, luego te acostumbras y ya ni las
notas.
Sonreí. Fuimos al cuarto de Bernardo que era como mi
colegio particular. Ese día, estuvimos estudiando el vuelo. Me resultó mucho
más divertido que la teoría. Recuerdo su rostro de felicidad y algo más:
Orgullo. Bernardo estaba orgulloso de mí.
Espero que vaya gustando. Un saludo.
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