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sábado, 4 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles




Durante los cuatro años siguientes, estudié cómo matar demonios, cuándo hay que salir, cuáles son los peligros para un ángel, historias, lo que es verdad y lo que son leyendas humanas, etc.
El día en el que cumplí los diez años, estaba muy nerviosa. Salí y me reuní con Bernardo, que así se llamaba el hombre que cuatro años antes me había recogido del accidente en el que fallecí. Durante esos cuatro años, Bernardo nunca me ha dejado sola. Me ha estado enseñando todo. Bernardo ya ha alcanzado la inmortalidad. Los ángeles, a la edad de cincuenta años, dejan de crecer y cambiar y se mantienen en ese espacio por toda la eternidad. Es cuando los ángeles ya lo saben todo o casi todo sobre el Cielo. Es como alcanzar la edad adulta.
Aquel día, Bernardo y yo fuimos al Gran Salón. Estaba lleno de ángeles como siempre sucedía cuando había un Ascenso. El Gran Ángel estaba en el estrado. El Gran Ángel era un ángel más anciano que los demás. Algunos lo llamaban el Arcángel, pero nunca en su presencia. Bernardo me contó, que es uno de los primeros ángeles. Vive en un piso superior junto al resto de Arcángeles, pero él es el único que baja de piso ya que es el encargado de los ángeles de luz.
Avancé por el pasillo que habían hecho los ángeles, colocados a ambos lados del salón. Notaba todas las miradas puestas en mí. Estaba muy nerviosa. Me volví para mirar a Bernardo y descubrí que no estaba allí. Lo busqué con la mirada y lo encontré en la primera fila. Me dio seguridad y continué avanzando. Subí los tres peldaños del estrado y miré al Gran Ángel. Llevaba túnica como las mujeres, pero ésta era especial: Era más larga, acababa en una especie de O y tenía bordados de un oro resplandeciente. Sus alas eran las más grandes y resplandecientes que yo jamás hubiera visto. Tenía un pelo blanco y canoso y una espesa barba que le cubría parte del pecho. Tenía un aspecto rudo. Pero aún así, aquel ángel brillaba más que cualquier otro.
Me hizo un gesto para que me arrodillase y yo lo hice. Me tocó los hombros y me giró hasta que me quedase mirando hacia el público. Miré a Bernardo para no mirar a toda la gente que me estaba observando. Noté de nuevo las manos del Gran Ángel. No sólo notabas su tacto. Si no que, allí donde me tocaba, notaba una especie de calidez. Esta vez sus manos estaban sobre mi espalda. Me cogió una especie de pellizco y no pude evitar arquearme. Entonces me desconcerté. Seguía notando sus manos, pero las notaba lejos de mi espalda. De pronto, dejé de notarlas. Miré hacia arriba y vi que el Gran Ángel había extendido los brazos como para abrazar a alguien. Inmediatamente, todos los ángeles de la sala empezaron a aplaudir. El Gran Ángel me ordenó que me pusiera en pie y así lo hice. Los aplausos se hicieron más fuertes. Busqué a Bernardo y vi que sonreía abiertamente y aplaudía.
Notaba algo extraño en la espalda. Como una presencia. Me di la vuelta y las vi: Dos alas blancas con plumas. Eran pequeñas y redondeadas y las plumas delgadas y largas. Las toqué. Su tacto era suave y me hacía cosquillas. No en los dedos. Si no en las alas. Las notaba como si fueran parte de mí, como si fueran brazos. ``Son parte de mí´´ pensé.
Algunos ángeles empezaron a marcharse. Bajé del estrado y fui junto a Bernardo.
-Son suaves. Y las noto extrañas.
El sonrió.
-Sólo al principio, luego te acostumbras y ya ni las notas.

Sonreí. Fuimos al cuarto de Bernardo que era como mi colegio particular. Ese día, estuvimos estudiando el vuelo. Me resultó mucho más divertido que la teoría. Recuerdo su rostro de felicidad y algo más: Orgullo. Bernardo estaba orgulloso de mí.

Espero que vaya gustando. Un saludo.

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