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sábado, 22 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 26

En este fragmento en el que Clara y Simon están en la Tierra, se produce un encuentro completamente inesperado. Espero que os guste. 

Simon se reunió conmigo.
-Vamos al parque. –Me indicó, señalando hacia abajo.
Aterrizamos en las orillas del lago. Estuvimos callados un rato. Al final, miré a Simon. Estaba mirando fijamente las aguas del lago. Parecía como si estuviera esperando que salieran los oscuros con la chica. De pronto, me di cuenta de algo.
-Es increíble ¿No? –Dije, al final.
Simon me miró, extrañado. Me dispuse a explicárselo todo. Mi mente iba a toda velocidad. Estaba emocionada.
-Simon, ¿Dónde está la entrada al Infierno?
Simon me miró como si estuviese loca.
-Nadie lo sabe. Nunca se ha descubierto. Pero tú ya deberías saberlo. ¿En qué piensas Clara?
-Pues que, sin darnos cuenta, hemos descubierto dónde está. –Dije, mirando hacia el lago.
Simon abrió mucho los ojos, comprendiendo por dónde iban los tiros. Empezó a emocionarse.
-Puede que aún no esté perdida. Si sabemos cómo entrar, podremos recuperarla y matar a los demonios y a los caídos.
Asentí. Levanté la mirada hacia el cielo nocturno. En la ciudad no había apenas estrellas. Fui bajando lentamente la mirada. Quería llegar con los ojos hasta las aguas del lago, pero me detuve en el monumento del parque, situado a varios metros de distancia, en un claro del parque. Era una columna con una inscripción grabada de cómo y quién construyó el parque. Encima de la columna había una estatua de un ángel acuclillado, con las piernas separadas y las manos apoyadas entre éstas. Tenía las alas desplegadas. Me quedé mirando la estatua. Habían hecho mal el ángel. Los ángeles llevaban túnicas o camisas de manga corta. Incluso en la distancia, se veía que éste no llevaba. Además, los ángeles no tienen las alas tan grandes. Estaba distraída en eso cuando la estatua replegó las alas, levantó una mano y me saludó.
El corazón se me paró. Miré hacia Simon, que a su vez iba de un lado para otro por la orilla, pensando. Sonreí para mis adentros. Una vez que se le mete algo en la cabeza, es imposible hacer que deje de pensar en ello. Dirigí mi mirada de nuevo al monumento. El ángel se dio la vuelta, desplegó las alas y se dejó caer. Por los movimientos que había hecho, posiblemente hubiera aterrizado en el claro en donde se encontraba el monumento.
-Simon, voy a ir a ver el parque para asegurarme de que no haya nada y nos sorprenda. Quédate aquí un momento.
Simon asintió, sumido en sus pensamientos. Desplegué las alas y empecé a planear entre los árboles. Podría haber ido andando o corriendo, pero volando me cansaba menos e iba más rápido. Cuando me aproximé al claro, aterricé. Atravesé unos arbustos y un par de árboles y entré en el claro. Con la espalda apoyada en la pared y las alas negras replegadas se encontraba Axel. Levantó su mirada y con un movimiento de cabeza se echó el flequillo negro a un lado. Clavó sus ojos grises en mí.
-Hola Clara. –Saludó, con una sonrisa que enseñaba sus blancos dientes.
No le contesté. Andaba cautelosa, no sabía que esperar de él. Me salvó la vida, recordé. Pero también se llevó a una chica de mi edad al Infierno. La sonrisa de Axel se desvaneció. Su semblante se puso serio y frunció ligeramente el ceño.
-Imagino, que no estarás muy contenta. –Dijo, con cautela, mirándome fijamente.
-¿Tú qué crees? Esa chica… Tendría mi edad. ¿Por qué a mí sí me ayudaste y a ella no?
Axel permaneció sereno.
-No creo que esas sean todas tus preguntas.
-No, no lo son. ¿Y tengo que creer que tú me las vas a responder? –Sin saber muy bien el por qué, mi tono de voz era duro y frío. Sin embargo, el permanecía tranquilo, no parecía sorprenderle en absoluto. Se cruzó de brazos.
-Pues… Sí. Te las voy a responder. Al menos, todas las que pueda. Pero hoy no, Clara. Y menos con el chico pelirrojo andando por ahí. Es muy impulsivo ¿No?
-Se llama Simon. Es mi amigo. Y no es impulsivo… Sólo que…¡Le cabreó mucho lo que hicisteis!
Axel pareció divertirse. Una sonrisa torcida asomó su rostro.
-Deberías aconsejarle que no puede ir detrás de ángeles caídos así por las buenas. Es peligroso. Podría haberse venido él también.
Me enfurecí y él lo vio. Volvió a ponerse serio y dijo, sin burla:

-Mañana te contaré todo lo que pueda. Responderé a tus preguntas. Ahora, deberías ir con… -Pareció intentar recordar el nombre. –Simon. Mañana por la noche, dirígete al callejón donde nos vimos la primera vez. –Vio que dudaba y agregó: -Tranquila, no voy a llevar ‘amigos’ –Pronunció la palabra ‘amigos’ con un tono burlón.
Se dio la vuelta y desplegó las alas. Volvió la cabeza y vi que el flequillo le había caído ligeramente sobre los ojos. Sus ojos grises parecían tranquilos.
-Hasta mañana Clara. –Dijo con una sonrisa.
-Adiós…  -Dudé -Axel. –Respondí.
Desplegó el vuelo y se perdió por la ciudad. Vi como su sombra iba empequeñeciéndose. Lo que mejor se distinguía era las alas, que de vez en cuando pegaban un aletazo. Al final, lo perdí de vista y volví al lago, donde estaba Simon.
Me estaba esperando y no parecía contento.
-¿Un momento? ¿Dónde demonios estabas Clara?
-He dado la vuelta completa al parque. Dos veces. Y no sólo por el borde, si no por todo el parque. –Mentí.

Simon no pareció contento con mi respuesta, pero se calló. 

viernes, 21 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 25

                                      -Fin de la pausa-
Me desperté. Me sentía cansada, había dormido mal. Me puse una túnica limpia y desperecé las alas. Me dirigí al salón y me senté. Los ánimos estaban por los suelos después de lo sucedido. Ese día, celebramos una despedida en honor al ángel caído. Como era de costumbre, fuimos a una sala blanca sin muebles, con dos pequeños canales de agua a los extremos que salían de la sala y nadie sabía adónde conducía. Todas las paredes estaban repletas de grabados en las paredes de ángeles, demonios y ángeles caídos. No había ni un centímetro sin cubrir. Había dos espacios cuadrados de donde salía el agua. Nadie sabía que había detrás de aquel muro, ni tampoco de dónde salía el agua.
Todos los ángeles congregados allí, llevaban una flor blanca, con los bordes de los pétalos plateados y el centro amarillo pálido. El mentor de la ángel depositó la primera flor en el agua, que se fue flotando hasta desaparecer por el agujero. Lentamente, todos fueron haciendo lo mismo en el más absoluto silencio. Pronto se llenaron los dos canales de flores. Muy lentamente, me incliné sobre el canal y deposité mi flor. Simon también lo hizo en el otro canal. Vi como se alejaba hasta desaparecer. Cuando hubo desaparecido la última flor, todo el mundo se quedó un rato mirando la habitación y sus grabados. Luego, salieron y con el recuerdo aún vivo y al rojo, volvieron a la ``vida cotidiana´´ del Cielo.
Esa noche, no estaba programada ninguna salida. Llevaba un rato ya tumbada en mi cama, pero no lograba dormir. De pronto supe lo que tenía que hacer. Me levanté de la cama y me dirigí al salón. Todo estaba en calma. El guardián se hallaba allí, como de costumbre.
-Buenas noches, guardián. –Le saludé en tono amistoso.
-Hola, Clara. ¿Quieres algo? –Como siempre, el guardián hablaba sin rodeos.
-Quiero ir a la Tierra. –Solté, sonando mucho más segura de lo que en realidad estaba.
El guardián frunció el ceño.
-No puedo dejarte ir, Clara. Y mucho menos tú sola.
-Te garantizo que no me va a pasar nada, y nadie tiene por qué enterarse.
El guardián se cruzó de brazos y frunció más aún el ceño. No estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. Lo confirmó moviendo negativamente la cabeza.
-Por favor, guardián.  –Rogué.
-Un no es un no, Clara. Hoy nadie puede salir del Cielo, y mucho menos tú sola. Si te pasa algo, es responsabilidad mía por haberte dejado salir. Además, ¿No crees que ya son suficientes pérdidas? Todas esas muertes y esa pobre chica… ¿No crees que todos necesitamos descansar y reponernos?
Suspiré. Sabía que tenía razón, y mucho más después de lo que había pasado, pero, aún así quería ir a la Tierra.
-No me va a pasar nada, guardián. Volveré dentro de muy poco y, además estaré tan pronto de vuelta que nadie sabrá que me he ido.
-Un ángel solitario, y más aún si es joven, es una presa demasiado fácil. Tanto para demonios como para ángeles oscuros. –Alegó el guardián. Se mostraba seguro de sí mismo y duro, sin embargo, hablando conmigo siempre se mostraba un poco más blando.
-Yo la acompañaré, guardián.
Me di la vuelta sorprendida. Simon se dirigía hacia el portal caminando despacio. Tenía el pelirrojo cabello revuelto y sus ojos verdes estaban un tanto cerrados. Su rostro reflejaba cansancio. No puede dormir, pensé. Él también piensa en lo que ha sucedido. Simon llegó a mí lado.
-La acompañaré y te prometo que no nos vamos a meter en líos. Ni siquiera aterrizaremos. Creo que nos vendrá bien tomar el aire y estirar las alas después de lo sucedido. Al fin y al cabo, fuimos nosotros quien estábamos más cerca de los oscuros, y aún así, no pudimos alcanzarlos a tiempo…-Hizo una pausa, en la que apretó los puños, su tono al acabar era de frustración y enfado. –No actuaremos, lo prometemos.
El guardián permaneció un largo rato callado. Parecía meditar las palabras de Simon. Levantó la cabeza y nos miró, primero a Simon, y luego a mí.
-No actuaremos. Te lo prometo, guardián. Da igual lo que esté pasando.
Repitió Simon, como para dar más contundencia a sus palabras. Asentí en silencio mostrándome de acuerdo. El guardián, asintió.
-Si en una hora no estáis aquí, daré la alarma. –Acto seguido, se apartó, dejándonos el paso libre hasta el portal.
Simon iba a caer primero, pero me adelanté y me dejé caer. Desplegué las alas y planeé. Miré hacia abajo. La ciudad era verdaderamente hermosa. Las luces blancas, amarillas, verdes y rojas se extendían por debajo de mí, tan abajo, que sólo eran puntos difusos.

Simon se reunió conmigo.



Espero que os guste, un saludo.  

jueves, 20 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 24

En este nuevo fragmento (un poco cortito), hay una pausa. Pero es una pausa nueva. Desde la mente de un personaje distinto (no Axel y no Clara). Espero que os guste esta nueva ''perspectiva''.

-Pausa-
Clara se dio la vuelta y sonrió, pero sus ojos reflejaban que también estaba triste.
-Si fuera posible matarlos a todos, ya lo habrían hecho. Además, tú no sirves para matar. Eres demasiado buena persona.
Yo también sonreí.
-Buenas noches Clara. –Le dije, cansado.
-Buenas noches Simon.
Me dirigí a mí habitación, pero no se apartaba la idea de matar a los ángeles oscuros. Además, había una cosa que me había resultado extraña. Uno de los ángeles oscuros, en realidad. Miraba tristemente a la chica que su compañero se había llevado pero, cuando levantó la vista, me dio la sensación de que reconoció a Clara. Pero eso era imposible. Clara no podía conocer a un ángel oscuro. Sin embargo, se mostró sorprendido. Luego en el lago, se había vuelto para mirarnos y dijo algo. Clara no lo escuchó pero yo sí lo entendí. Recordé que mi tío era sordo y tenía que leerme los labios. Me había enseñado. Lo que el ángel oscuro dijo fue: ``Lo siento´´. Pero… ¿Por qué se iba a disculpar un ángel oscuro?

Estaba desconcertado y tenía varias preguntas en la cabeza. Quería saber si Clara conocía a ese ángel. Pero no me atrevía a preguntárselo. Me tumbé en la cama. Me dormí con las imágenes de aquella noche, que pasaban por mi mente como una película.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 23

Os dejo un pedacito un poco más largo, para compensar estos días que no he estado ''activa''. Tengo muchísimos exámenes, en total 12 entre esta semana y la que viene. Intentaré publicar siempre que pueda y tenga tiempo.
Como siempre, agradeceros a aquellos que me leéis y que visitáis el blog. Un saludo. Espero que os guste.

Simon gritó:
-¡Dejadla ir!
La oscura rió a carcajadas y la sonrisa del oscuro corpulento se ensanchó y apretó su abrazo. La ángel de luz retenida gimoteó lastimeramente. Axel levantó la cabeza al oír la voz de Simon y enseguida se dio cuenta de mí presencia. O al menos eso creía. Su mirada aún era triste pero ahora había sorpresa. En las miradas de los otros dos solo había irritación y diversión. Nuestras miradas se cruzaron y permanecimos mirándonos un rato hasta que él desvió la vista. Se dirigió otra vez al ángel retenida. Por su rostro parecía que estaba ausente. La rubia hizo un gesto, desplegaron las alas y se precipitaron al vacío. La ángel de luz emitió un chillido de terror que me heló la sangre. Los vimos sobrevolar la calle esquivando coches. Simon corrió al borde del tejado y se lanzó detrás de ellos. Lo seguí, sin saber muy bien qué hacía. Por detrás vi que algunos ángeles más nos seguían desde el campanario. Los ángeles oscuros iban muy por delante de nosotros y el corpulento iba un poco más por delante, con la rubia y Axel siguiéndole a toda velocidad. Alcancé a Simon y volamos los dos pegados. Dirigí la vista atrás y vi que otros seis ángeles nos seguían. El resto posiblemente estaba buscando a más demonios. Los oscuros entraron a un parque en el que había muchos árboles. Volando casi en zigzag, esquivando los árboles, Simon y yo acortamos distancias con los ángeles oscuros. De pronto la tierra se cortó bajo nuestros pies y nos encontrábamos sobrevolando un lago. Era bastante grande, situado dentro del parque. Las aguas estaban tan negras como el cielo nocturno. Los oscuros empezaron a ascender y los seguimos. De pronto, replegaron las alas y se dejaron de caer de cabeza. Simon y yo nos detuvimos en el aire. Axel iba el último. Nos miró y susurró una palabra que no oí. Estaba demasiado lejos. Se zambulleron en las negras aguas.
En el parque reinaba un silencio absoluto. Nadie imaginaría nunca que allí hubiera habido una persecución a alta velocidad y de criaturas como ángeles. La única prueba que había eran unas ondas que llegaban hasta la orilla. Pronto se calmaron y ocho ángeles se quedaron flotando en el aire, en silencio, en la noche de la ciudad, invisibles al ojo humano. Nadie hablaba, pero todos tenían lo mismo en la mente: El recuerdo de una joven ángel perdida.
Vi como algunos ángeles empezaban a ascender lentamente hacia el cielo nocturno, parecía que iban a estar ascendiendo para siempre, hasta alcanzar las estrellas. Dirigí mi mirada a Simon, que miraba el agua del lago, donde habían desaparecido los oscuros. Le cogí de la mano y tiré levemente de él.  Salió de su ensimismamiento y se elevó conmigo. Fuimos ganando velocidad conforme íbamos subiendo. Ninguno de los dos hablamos. Aún había algún que otro ángel por detrás de nosotros. Vimos la luz intensa que comunicaba el Cielo con la Tierra y cruzamos. Después de la experiencia, fue como entrar a casa pero sin sentirse en casa. Me sentía hueca y sabía que Simon y los demás también. Me posé en el blanco suelo del salón del Cielo y miré a mí alrededor. Estaban todos reunidos. Pero todos mostraban caras de abatimiento. Bernardo y Martin estaban allí. Nos dirigimos hacia ellos. Asintieron. Todos lo sabían ya.
-Actuasteis muy bien. No os mostréis tan tristes. Es una pérdida, pero estas cosas pasan. –Dijo Bernardo.
Martin asintió, pero estaba en otra parte. Simon habló.
-Aún así no es justo. Tendría nuestra edad y ya no tiene vuelta atrás. Si al menos hubiese sido capaz de hacer algo, o de haberla protegido. –Su voz era dura y dolida.
Martin levantó la cabeza rápidamente.
-Nunca es justo. Pero no podrías haber hecho nada, Simon. Lo único que habrías conseguido tú y cualquiera es resultar muertos o sufrir el mismo destino que esa chica. Es una lección que tarde o temprano tenemos que aprender todos: La de perder un compañero. Lo peor es la certeza de que sigue con vida. Pero a lo largo de los años, te afectará menos. Y créeme que nadie tiene la culpa. Por lo menos no hay heridos de gravedad y muertos. –Su tono se ablandó y sonó cariñoso y paternal.-Id a dormir.
Bernardo se mostró de acuerdo con lo que había dicho Martin. Simon bajó la cabeza. Nos dirigimos a las habitaciones. La habitación de Simon estaba cerca de la mía, sin embargo, entró detrás de mí.

-Voy a matar a todos los ángeles oscuros que vea. Empezando por esos tres. –Declaró. 

martes, 18 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 22


Había más demonios que combatían ferozmente contra algunos ángeles. Había ángeles de luz volando alrededor del campanario, persiguiendo a los tres ángeles oscuros, que burlaban a los nuestros con relativa facilidad. Vi a una ángel oscura sonreír, burlona a dos ángeles de luz. Estaba subida a una de las campanas y los ángeles estaban apoyados en el suelo. Levantaron el vuelo y, con un movimiento ágil y rápido, la ángel se escabulló y se dirigió al tejado del campanario. Todo era un caos. Los ángeles y demonios iban de un lado a otro, persiguiendo, defendiéndose y persiguiendo. Nos incorporamos a la lucha y así conseguimos superar en número a los demonios. No parecía haber bajas de ningún bando. Un ángel me chilló:
-¡Ten cuidado con los oscuros! ¡No te vallan a llevar! ¡Esquívalos siempre que puedas!
Asentí. Me dirigí corriendo hacia un demonio que había conseguido tumbar a una ángel joven y le di una patada en el costado. El demonio aulló de dolor y dirigió su furiosa mirada hacia mí. En ese instante, a pesar del frenesí que sentía por la batalla, sentí una punzada de miedo al ver sus ojos amarillos en los que se reflejaban un torbellino de furia y sed de sangre. A pesar de eso, fue suficiente para que la ángel pudiera escapar. Empujó al demonio y lo estampó contra una campana, que vibró. Algunas palomas volaron. Llegaron más demonios y los ángeles que perseguían a los oscuros tuvieron que bajar para echar una mano. Aún así éramos más que ellos. La batalla continuaba sin que hubiera demasiadas declinaciones para ningún bando. Al final, dos o tres demonios cayeron del campanario y se estrellaron contra la acera de la calle, varios metros abajo. Esto hizo que los demás se empezaran a retirar, y apenas sí lanzaban ataques. La mayoría de ellos concentraban sus fuerzas en defenderse del a bocajarro de ataques que les lanzábamos. Los demonios retrocedieron y se retiraron.

Nos quedamos todos un tiempo en silencio. No habíamos sufrido bajas y ninguno tenía heridas graves. Busqué a Simon con la mirada y vi que estaba hablando con la chica a la que había ayudado antes. Me dirigí hacia ellos y, en ese preciso momento, un ángel oscuro cayó sobre el campanario a gran velocidad, cogió a la chica y se la llevó a lo alto de la torre. A la chica sólo le dio tiempo de emitir un agudo chillido de pánico. Simon se quedó con la boca abierta y su rostro marcaba entre sorpresa y horror.

De pronto, Simon desplegó las alas y emprendió el vuelo. Le llamé pero no me escuchó. Decidí seguirlo. Aterricé a su lado en el techo del campanario. Era abombado, como una semiesfera y tenía una antena en el medio. En el otro extremo, se hallaban los tres ángeles oscuros. La chica rubia y de una intensa mirada azul. Intenté mirarla a los ojos pero su mirada era tan intensa que tuve que retirar la vista. Iba vestida con un corto y escotado vestido negro y sus alas brillaban pese a la noche. Un hombre de pelo muy corto marrón y de ojos también marrones. Era alto y muy corpulento y sujetaba al ángel de luz que estaba aterrada. Temblaba y tenía las rodillas ligeramente flexionadas. El hombre sonreía con maldad. El otro ángel oscuro, era más joven y mucho menos corpulento. Era delgado, bastante aunque tenía bien marcados todos los músculos. Como parecía habitual en los oscuros, tampoco llevaba camisa. Su pelo negro largo, le caía ligeramente sobre la cara, ya que tenía la cabeza levemente inclinada. Miraba con sus intensos ojos grises al ángel retenida. Sus ojos marcaban una profunda tristeza. Clara lo reconoció enseguida: Se trataba de Axel. 

Espero que os guste este nuevo fragmento, iré publicando más. Un saludo. 

jueves, 13 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 21

Una vez todos reunidos, abrimos la puerta y entramos. Iba de las últimas y vi que mis compañeros se habían detenido, cuando mis ojos se hicieron a la luz vi el porqué: Había demonios por toda la escalera que conducía al campanario. Algunos de ellos estaban tumbados. No se movieron. Parecían perros guardianes. Se hizo una larga pausa en la que el tiempo parecía haberse detenido por completo. Los dos bandos se miraban pero sin hacer ninguno el primer movimiento.  Por primera vez, me fijé bien en aquellas criaturas. Caminaban a cuatro patas y tenían un rabo acabado en punta muy corto. No tenían pelo, si no que su piel era lisa y de un tono verdoso muy oscuro. Sus cabezas eran enormes y parecían pesar. Sus ojos eran pequeños, amarillos y cortados, como los de un gato. Sus hocicos eran bastante largos, y asomaban las hileras de colmillos que eran todos enormes. Tenían orejas pequeñas.
Luego miré la iglesia. El altar era espectacular con todos aquellos grabados en oro y madera. Me hizo gracia ver las representaciones de ángeles como mensajeros. En realidad éramos protectores, pensé. Era un tanto irónico que se hallaran representados así y que, en esa misma iglesia, hubiera ángeles y demonios reales. Los arcos acababan en punta y se cruzaban. Por las vidrieras de colores, también con decoraciones católicas, debía de entrar mucha luz de día, ya que era de noche y la iglesia estaba bien iluminada. Seguí con la mirada la escalera de caracol llena de demonios que llegaba al campanario y vi, que la piedra se había derruido un poco en lo más alto. La torre estaba cerrada por bloques de piedra y sólo se veía el comienzo de la escalera y la puerta derribada. Sin embargo, a la altura del techo, donde terminaba lo visible de la torre desde el interior, junto al techo, unas piedras se habían derrumbado y había un hueco bastante grande. A pesar de que estaba oscuro, se veía la escalera de caracol que seguía ascendiendo. El hueco era lo bastante grande como para que cupiera una persona. Pero una persona no podía alcanzar semejante altura. Un ángel volando, sí.
Me dirigí hasta el ángel mayor. Le expliqué y le mostré el hueco. Él asintió. Así podíamos evitar más bajas y una pelea innecesaria. Hizo un gesto y todos comprendieron. Levantamos el vuelo y los demonios gruñeron y se acercaron. Uno por uno, fuimos pasando por el hueco entre las piedras. Los demonios seguían rugiendo y gruñendo abajo ya que estábamos fuera de su alcance. No eran muy listos y tardaron en darse cuenta de lo que pasaba. Cuando por fin lo hicieron, se apresuraron a empezar a subir la escalera.

Nosotros ya estábamos muy arriba y terminamos de subir. Abrimos la puerta que daba al campanario. Nos encontramos con un hervidero.

Espero que os guste.  

lunes, 10 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 20

Ya hemos llegado al fragmento número 20. Quería agradecer a la gente que me está leyendo y que espera pacientemente a que vuelva a publicar. Muchas gracias porque de no ser por las visitas que causó los primeros fragmentos de ''Un amor entre dos ángeles'', no habría seguido escribiéndolo y, por tanto, no habría descubierto lo mucho que me está gustando escribirlo. Así que muchas gracias por leerme, porque es un gran ánimo y apoyo ver que esas visitas al blog crecen, como no lo habían hecho nunca.
Dicho esto: En el fragmento anterior, Clara y Simon iban a volver a ir a la Tierra después de un tiempo, y por primera vez juntos. Dejamos a Clara siguiendo a Simon a través del Portal para ir a la Tierra. Este fragmento, es una ''introducción'' a un nuevo hecho de la historia. Puede que tarde un poco en escribirlo, pero intentaré tenerlo cuanto antes.
Espero que os guste.

Tras sentir de nuevo la sensación del frío viento de la noche, desplegué mis alas y seguí al grupo de ángeles que se había desplegado por el cielo de la ciudad. Volaban bajo, observando atentos todas las calles en busca de moradores del Infierno. Conté nueve ángeles y tenía otros dos detrás. Contándome a mí doce. Nos unimos los tres rezagados al grupo y nos desplegamos en forma de ‘V’, con seis ángeles a cada lado. Así podíamos vigilar ambos lados de la calle. Yo estaba en la parte derecha, detrás de Simon. Dirigía mi vista entre las calles que pasaba rápidamente volando y al frente para no chocarme contra nada o contra algún pájaro. Volábamos bastante rápido. Si no hubiéramos sido ángeles, no podríamos ver todas las calles con claridad a tal velocidad. Un ángel me adelantó y lo dejé pasar. Me estaba quedando un poco rezagada. Otro ángel me pasó y me quedé en la punta.
Entonces, cuando volví a dirigir mi mirada hacia la calle, vi un grupo de tres ángeles volando al final de una calle bastante larga. Pasaron muy rápido, casi tanto como nosotros. Pero había una cosa que no me pasó por alto: Sus alas eran negras. Al pasar un bloque de edificios hasta una nueva calle los volví a ver. Iban un poco más adelantados que donde estaba yo. Los demás parecieron no darse cuenta. Dudé. No sabía si dar la voz de alarma. De pronto, vi que Simon se había ralentizado su vuelo y se había colocado a mí lado.
-¿Tú también los has visto no? –Preguntó, serio.
Asentí. Simon volvió a adelantarse y lo vi hablando con ángel que iba primero en la fila de la derecha. Este asintió, con expresión grave y dirigió una mirada a la ángel situada en el extremo izquierdo, quien también asintió. De pronto, ambos hicieron un giro perfecto y se adentraron en una calle ancha y larga. La formación se rompió, pero todos íbamos a la par. Sin mediar palabra, ya sabíamos qué ocurría. Salimos de la calle y vimos a los tres ángeles dar vueltas sobre el campanario de una iglesia. Sin duda, eran ángeles oscuros. Uno de ellos, aterrizó acuclillado al lado de una gárgola. Estaban un poco alejados, pero aún así también vimos como otro ángel se metía en el campanario y el último, se colocaba apoyado sobre la punta del campanario. Nos dirigimos hacia allí rápidamente y nos dividimos. Unos subieron directamente al campanario, mientras que otro grupo aterrizó en la acera para entrar por la puerta y subir hasta el campanario por escaleras. Me dirigí junto con éste último grupo y busqué a Simon. Me sentí ligeramente preocupada al comprobar que había subido directamente. La voz de Bernardo diciéndome que no nos separásemos retumbó en mi cabeza.
                          



domingo, 9 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 19

http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/search/label/Un%20amor%20entre%20dos%20%C3%A1ngeles

En este fragmento, volvemos al Cielo y a la mente de Clara. Aquí, se explica un poco más acerca de Simon, que se ha convertido en el mejor amigo de Clara. Espero que os guste.

                                  -De vuelta al Cielo, un tiempo más tarde-

Tras un tiempo entrenándome junto con Simon, tanto Bernardo como Martin estuvieron de acuerdo en que no podían tenernos toda la eternidad en el Cielo, como si aún fuéramos niños. El brazo de Simon se recuperó rápidamente y accedió a entrenar conmigo. Simon me caía muy bien y lo consideraba mi mejor amigo. Nos entendíamos a la perfección y a la hora de entrenar, estábamos sincronizados. Fuimos conociéndonos el uno al otro y así fue como supe que Simon había fallecido cuando iba con unos amigos por un paseo marítimo un día de mucho oleaje. Aquel día, vi un Simon totalmente diferente y que no he vuelto a ver. El Simon que todo el mundo conoce es una persona cálida, sonriente, amable y sin ningún problema aparente. Cuando me contó esa historia, vi como si hubiera visto un Simon metido en una caja de doble fondo. Se mostró serio, con un semblante sombrío y con palabras duras, carentes de sentimientos. Ese día también me contó, que había decidido no confiar más en la gente; un día haciendo el tonto, un amigo que te empuja, un resbalón y una ola que te arrastra. Simon, al contrario de mí, sí recuerda cómo murió con detalle. Me contó que una vez se halló en el agua, luchó desesperadamente por salir a tomar aire, pero nuevas olas lo arrastraban hacia el fondo. Luchó desesperadamente y consiguió salir un segundo y lo único que escuchó fueron gritos aterrorizados de sus amigos y el rugido del mar. Una nueva ola lo sumergió y lo arrastró hacia las rocas. Se golpeó la cabeza con una piedra. Luego todo le quedó confuso. Recuerda haberse ido lentamente hacia el fondo, donde no había olas. Veía y aún escuchaba las olas, pero como si todo estuviera muy lejos. Los ruidos eran sordos y su visión, oscura. Se posó en el fondo y me dijo que sentido mucho cansancio y presión en el pecho. Se sumergió en una profunda oscuridad. Y luego la luz que yo también conocí.

Unos ruidos en mi puerta hicieron que me incorporara en la cama. Abrí la puerta con un gruñido y me encontré a Simon apoyado en el marco. Sonrió.
-Vaya pelos. –Saludó.
-Estaba tumbada. –Dije, un poco enfadada. Luego sonreí y pregunté: -¿Nervioso por tu segunda noche?
Su sonrisa se ensanchó dejando ver sus blanquísimos dientes.
-¿Tú no? También es tu segunda noche. –Hizo una pausa, tras la que añadió. –Vamos, ya es la hora.
Acto seguido salimos al salón donde los ángeles ya se estaban reuniendo. Localizamos a Bernardo y Martin hablando con otros dos ángeles; una mujer y un hombre, que estaban de espaldas a nosotros. Los rostros de Bernardo y Martin eran serios y la voz de Bernardo, grave, como siempre que había algo que lo preocupara. Nos dirigimos hacia ellos al mismo tiempo que los otros dos ángeles se marchaban. Los saludé con una inclinación de cabeza y Simon levanto la mano. Bernardo empezó a repasar todo y Martin asentía de vez en cuando o añadía algún detalle importante. Cuando hubo acabado, Martin nos dijo que todo iba a salir bien, que nos relajásemos. Nos encaminamos hacia el portal, donde el guardián nos saludó con un asentimiento. Justo cuando nos íbamos a dejar caer oí la voz de Bernardo a mi espalda:
-Y no olvidéis permanecer unidos, como el equipo que sois. Tened cuidado.

Simon se adelantó y traspasó el portal. Acto seguido lo seguí. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 18

Pido perdón por no haber podido publicar antes pero tras esta pequeña ''temporada'' de exámenes y demás, andaba un poco de bajón y no tenía ni tiempo ni ganas para escribir ni publicar. Pero no me olvido del blog y ahí va el ya el fragmento número 18 de Un amor entre dos ángeles. Esta vez, con una nueva ''pausa'' de la mente de Clara y nos adentramos de nuevo en el Infierno para conocer un poco mejor a Axel. Espero que os guste.

                                   -Pausa-
En la sala todo era un hervidero. Estaba sentado en una de las pocas mesas que había y contemplaba lo que allí sucedía. Los demonios parecían inquietos y eso hacía enfurecer a algunos de nosotros. Sonreí cuando vi a Elena pegarle una patada en toda la boca a un demonio que había empezado a gruñirle. Elena destacaba mucho allí. Sus alas negras siempre estaban brillantes. Lo que más destacaba de ella era su melena rubia. Tenía el pelo más dorado que el oro. Nunca había visto un pelo tan brillante como el suyo. Elena era muy conocida allí. También era muy conocida como ``La estrella caída´´. Ese mote siempre me había hecho mucha gracia, a pesar de que nunca debíamos usarlo en su presencia. Elena era muy conocida por su carácter. Se enfadaba con mucha facilidad y era muy brusca con todo el mundo. Los ángeles siempre la llamaban por su mote pero si lo mencionabas en su presencia más te valía que ella estuviese lejos de ti. A mí, a pesar de todo me caía más o menos bien. Hablábamos pocas veces y siempre lo hacía con su brusquedad habitual pero su dura mirada con aquellos ojos de azules más duros incluso que el diamante, se ablandaba un poco cuando me miraban. O eso creía. Cuando iba a la Tierra con ella, no había noche en la que encontrase algún defecto mío. Pero después veía mi expresión dolida y reía a carcajada limpia. Últimamente salía por mi cuenta. Cada vez íbamos más ángeles a la Tierra y no entendía muy bien por qué. También me había fijado en que los demonios también estaban revueltos.
Aquella noche había vuelto a salir y esta vez, seguí a un par de demonios que acechaban a un humano. Al final se cansaron del juego de persecución y tras un grito ahogado el humano se desplomó, sin vida. Me coloqué en un monumento y me quedé observando cómo se alimentaban de él. No es un espectáculo nada agradable, pero me gusta ponerme cerca de ellos mientras comen, mirar las luces de la ciudad, pensar en mis cosas y luego ver si aparecían los ángeles de luz.
No tenía ninguna razón en especial, pero me gustaba ver cómo intentaban ahuyentar a los demonios y, en el mejor de los casos para ellos, matarlos. Siempre escrutaba los rostros de los ángeles, su apariencia y sus blancas alas. Me parecían muy bellos. Noche tras noche, mis ojos vagaban de rostro en rostro. Pero nunca he vuelto a ver a mi padre, y eso que he tratado por todos los medios de estar en cualquier lugar en el que hubiera ángeles del Cielo. Nunca había sido capaz de corromper a un ángel de luz trayéndolo al Infierno. No me veía a mí mismo como alguien capaz de hacer sentir lo mismo que sentí yo. Aquella traición y desesperación que sentí al llegar. Hacía ya dos años de aquello, y ya me había resignado. No había nada ni humano ni divino que pudiera cambiar las cosas. Suspiré y oí la voz de Elena, llamándome.
-¡Axel! ¿Vienes a dar una vuelta por la ciudad?

Miré hacia ella y me levanté, sin contestarle. Me limité a seguirla.