Mis compañeros, estaban peleando
contra varios demonios. Algunos de los otros ángeles, estaban en el suelo,
luchando por mantener a raya las fauces de los demonios. Detrás de aquella
escena, había dos demonios frente a un ángel tumbado que no se movía. Reconocí
al chico más mayor, el que se había adentrado antes que el resto. Los demonios
tenían las fauces inclinadas hacia su estómago, del que se veía un líquido plateado
brillante. ``Sangre´´ pensé horrorizada. Estaba muerto. Los demás, se batían
para no correr el mismo destino que nuestro camarada. Conté ocho demonios y
cuatro ángeles peleando. Dos de los demonios estaban ocupados con el ángel
muerto, pero aún así estábamos en clara desventaja. Y eso no era todo: los
ángeles que estaban peleando, eran principiantes.
No sabía que hacer, pero tomé la
decisión más rápida. Era un ángel de luz y no había ido esa noche a ver morir a
mis compañeros y asustarme en un rincón. Ya era hora de que actuara como tal.
Desplegué las alas, pegué un salto y me abalancé contra un demonio que estaba a
punto de morder a uno de mis compañeros. Caí agarrando al demonio por el
costado y por la fuerza con la que lo había empujado se empotró contra la pared
del callejón. El demonio emitió un gruñido de dolor. Me puse en pie, viendo al
demonio tumbado y sonreí satisfecha.
Sin embargo, los demonios eran
fuertes. El demonio que había tumbado, ya se estaba poniendo en pie y observé,
que los dos demonios que se estaban alimentando de mi compañero volvían la
vista hacia donde estaba yo. Retrocedí un par de pasos mientras el primer
demonio se sacudía y comenzaba a gruñir mostrando una no pequeña boca babeante
llena de una fila de dientes y colmillos. Como haciendo coro, los otros dos lo
imitaron. Contemplé que los otros dos demonios, además de babas, goteaban la
sangre de mi compañero fallecido. Ver la plateada sangre y detrás mi compañero,
me enfureció. Noté que me enfadaba más y más y que mi cuerpo se iba calentando.
Mis alas se desplegaron, haciéndome ver más grande de lo que era. Uno de los
demonios, saltó hacia mí y me derribó. Su boca abierta fue a morder, y coloqué
las manos a ambos lados de la mandíbula en un intento desesperado de que no me mordiera.
Por el momento funcionaba. Pero estaba presa del pánico. Estaba cegada por el
miedo, no sabía que hacer.
Entonces, replegué mis piernas, y
las impulsé hacia arriba empujando al demonio. Este calló al suelo con un ruido
seco. Me incorporé, quedándome sentada, y vi que otros dos de los míos habían
caído y un solo demonio parecía estar muerto.
De seis ángeles que habíamos ido,
sólo tres aún continuábamos con vida, y a duras penas. Los demonios estaban
acorralando a mis compañeros, y uno de los dos demonios que tenía delante saltó
hacia mí.
De pronto, una sombra negra calló
del cielo, evitando que el demonio llegase hasta mí. Yo estaba encogida, como
si así fuera a protegerme de las fuertes fauces del demonio. Aparté las manos
de la cabeza, y vi que el demonio que se había avalanzado yacía ahora muerto a
los pies de la sombra que había caído. Dirigí la vista hacia la criatura que me
había salvado la vida y no me lo podía creer.
Espero que os guste.
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