El resto del día transcurrió con mucha tranquilidad,
estuve leyendo el libro, mantuve un par de conversaciones más con Simon y las
cosas entre Bernardo y yo se fueron relajando y poco a poco volvíamos a la
normalidad.
A pesar de que no iba a salir, cuando llegó la noche
me congregué con los demás ángeles en el salón, frente al portal. Había muchos
ángeles allí, entre ellos se encontraba Bernardo que me miró, pero no dijo
nada. Entre los ángeles que iban a salir había dos que me resultaban familiares
y entre ellos, el que más destacaba por su cabellera pelirroja era Simon. Tenía
el pelo rizado revuelto y se le veía nervioso. Se dio la vuelta y su mirada
encontró la mía. Se alejó un poco del resto de los ángeles y se dirigió hacia
mí.
-Has venido. –Dijo con una sonrisa.
-Sí… Quería ver cómo os vais. Os deseo mucha suerte.
–Le dije yo con otra sonrisa.
-Gracias, ¿Seguro que no quieres venir? Aún hay
tiempo…
-No gracias. –Lo interrumpí. –Tened cuidado y mantén los ojos abiertos, pueden estar en
cualquier parte. Ah y ya me contarás cuando vuelvas ¿Eh?
Su sonrisa se ensanchó aún más. Parecía muy
ilusionado.
-Tenlo por seguro.
Acto seguido se dio la vuelta y se encaminó de nuevo
hacia el portal. Vi que algunos ya habían partido. Había muchísimos ángeles que
iban a partir aquella noche, observé. Incluso había algunos veteranos. Por
seguridad, pensé. Nadie quería que hubiera tantas bajas. Simon se dio de nuevo
la vuelta y me sonrió de nuevo. Levanté una mano a modo de despedida y se dio
la vuelta y se dejó caer. Vi como sus pelirrojos rizos desaparecían y oí un
fragmento de una conversación a mí espalda.
-No creo que, a pesar de que vallan tantos consigan
que no haya muertes. Es parte del oficio. Además uno de los ángeles
supervivientes de ayer dijo que un ángel oscuro se hallaba junto a los
demonios. Si los ángeles del Infierno salen, no creo que regresen muchos…
-No seas pesimista. –Ahora la que hablaba era una
mujer. –Yo creo que sí volverán. Aunque también me preocupa lo de los ángeles
oscuros.
Me dieron ganas de gritarles que no todos los
ángeles oscuros eran malos, que ayer uno me salvó la vida, pero en lugar de
eso, me di la vuelta y me dirigí a mi cuarto. Ni siquiera volví la vista atrás
por Bernardo. Me tumbé en la cama y esperé. En realidad no sabía qué es lo que
esperaba pero estaba esperando algo. Mi cabeza daba vueltas. Cuando parpadeaba
veía la imagen de Simon sonriéndome antes de caer hacia la Tierra. Me pregunté
si Axel también iría a la Tierra aquella noche. ¿Llevaría consigo más ángeles
oscuros? ¿Haría Axel daño a Simon y a los otros? Sacudí la cabeza. Axel me
había salvado la vida, no había ningún motivo para que hiciera daño a Simon y a
los demás ángeles que iban aquella noche. Aunque nunca se sabía lo que podía
suceder. Al final, el agotamiento del entrenamiento y mis pensamientos me
vencieron y me dormí.
Me desperté con la mente nublada y confusa. No sabía
muy bien cuándo me había dormido ni cuánto. Me pregunté si los ángeles de
aquella noche habrían vuelto y me dirigí al salón. Allí había varios ángeles y
la mayoría estaban curando a otros más jóvenes. El corazón me empezó a latir
más rápido. Había uno que sangraba de una enorme herida en la cabeza. Los
ángeles sanamos rápido, pero aún así necesitamos curación. Vi un ángel mentor
que hablaba con otros dos. Parecía desolado. Busqué con la mirada desesperadamente a Bernardo o
a Martin o a Simon.
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