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lunes, 13 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 12

http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles-completo.html http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles-10.html http://librosycuentosamaia.blogspot.com.es/2014/01/un-amor-entre-dos-angeles-11.html Aquí os dejo el fragmento de hoy, en el que volvemos a la mente de Clara, que está dispuesta a arreglar la discusión que tuvo ayer con Bernardo. Ahí os dejo:
                         -De vuelta al Cielo, al día siguiente-
Aquel día me levanté más pronto de lo normal. Logré vencer al sueño y al cansancio de ayer, más la cerradura que parecía tener mis ojos, que me decían cerrados que aún no era hora de abrirse.
Fui derecha a la habitación de Bernardo. Entre silenciosamente y me senté en la silla del blanco escritorio. Me senté allí y contemplé a Bernardo dormir.
Su rostro estaba en quietud, salvo los ojos que a veces se movían ligeramente. Creo que estaba soñando. Me pregunté con qué soñaría. Una imagen de Bernardo llorando por la muerte de su esposa Lucía se me pasó por la cabeza y nuevamente sentí una punzada de culpabilidad. Aún se apreciaban las bolsas de debajo de sus ojos. Bernardo estaba tranquilo, sereno como casi siempre. Una oleada de cariño se extendió por todo mi pecho. En ese momento me di cuenta de cuánto quería a Bernardo, y las pocas veces que se lo había dicho. Me dije a mí misma que tenía que decírselo más a menudo. Para mí lo era todo en el Cielo, todos esos años cuidándome y enseñándome.
Mi mente divagó por todos mis recuerdos. Entre ellos el de mi muerte.  Antes me afectaba mucho, pero ahora lo veía como un suceso más. Apenas tenía importancia ya para mí. Claro que es una cosa que no se puede cambiar, y para los humanos es un suceso terrible y enorme. Pero para mí, que sé lo que después sucede después de eso no es tan trágico. Incluso lo veo ahora bien, porque al morir, vine a este mundo mágico. Aunque a veces, me preguntaba cómo habrían sido las cosas de continuar viva. Mi padre y yo tendríamos más recuerdos, más recuerdos de navidad. Habría aprendido a multiplicar y a dividir. Recuerdo que me hacía mucha ilusión mejorar mi letra y mi lectura. Allí en el Cielo, sólo escribía de vez en cuando, y casi todos los ángeles tienen la misma letra. Es como si ya supiera escribir bien cuando llegué al Cielo. A veces me preguntaba si hubiera sacado buenas notas, si hubiera tenido muchos o pocos amigos y si hubiera tenido novio. Sonreí al pensar esos pensamientos tan simples. Otro gran acontecimiento en mi vida fue cuando conseguí las alas. Me entra la risa cuando recuerdo que iba a todas partes planeando. Bernardo reía cuando algún ángel me preguntaba por qué volaba. Y aquellos días en los que Bernardo, para enseñarme a volar, me levantaba prácticamente por encima de su cabeza, me lanzaba por los aires hacia el alto techo de la sala de aprendizaje de vuelo y me gritaba `` ¡Vuela! ¡Vuela pequeña pajarito!´´ y yo reía e intentaba la mayoría de las veces sin éxito desplegar las alas y mantenerme en el aire. La primera vez que me salió bien, alcé el vuelo, llegué hasta el techo mientras Bernardo reía a carcajada limpia y luego regresé a su lado.
Otro de esos sucesos importantes, por no mencionarlos todos, pasó ayer. Cuando fui a la Tierra. La sonrisa que se había formado en mi cara al recordar tantas cosas murió y fue decayendo hasta que mi semblante se ensombreció. Aquella noche, las imágenes de lo ocurrido pasaban ante mí como si estuviese viendo una película. La sombra en el tejado (ahora sé que era Axel), los demonios con sus babeantes y enormes bocas, la sangre de mi compañero muerto, los otros dos acorralados que huyeron sin mí, aquel subidón de la pelea, la certeza de que iba a morir cuando el demonio se abalanzó sobre mí. La sombra descendiendo y matando el demonio antes de que me matara a mí. Y la curiosidad de Axel. Su rostro no parecía furioso, como había imaginado en todos los ángeles oscuros. Sólo curioso. Su semblante torcido, extrañado, cuando murmuré el nombre de Bernardo. Su tímida pero satisfecha sonrisa cuando le dije mi nombre. Sus enormes alas y su altitud, que le hacían parecer un gigante.
Salí de mis pensamientos y volví a mirar hacia la cama. Me encontré a Bernardo sentado en la cama, con las alas extendidas y mirándome con una mirada entre expectante y curiosa.




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