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martes, 21 de enero de 2014

Un amor entre dos ángeles 15

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Primero vi a Bernardo. Estaba hablando con una ángel. Ambos rostros parecían tristes. La preocupación se apoderó de mí. ¿Qué habría pasado esa noche? Continué con mi búsqueda de rostros, buscando alguno familiar. Tras un momento que me pareció eterno, vi con cierto alivio la cabellera rubia y peinada hacia la derecha de Martin. Estaba de espaldas a mí, acuclillado frente al sofá con unas gasas y vendas en una mano. En el sofá estaba sentado Simon, que parecía mucho más pálido que de normal y tenía mucha sangre en el brazo. Solté aire que ni siquiera me había dado cuenta que estaba conteniendo. Me dirigí veloz hacia donde estaba Martin y me agaché junto a él. Y vi de más cerca el brazo de Simon. Ahogué una exclamación cuando vi el largo y profundo desgarrón que tenía. La sangre no dejaba de manar mientras Martin, con las gasas iba presionando allí donde salía en mayor cantidad. De vez en cuando, el rostro de Simon se contraía en una mueca de dolor. Simon pareció ver la expresión de mi cara.
-Ha sido con una garra. –Explicó con los dientes apretados, a la vez que su rostro se contraía de nuevo. –Eran muchos, no me imaginaba lo que podía echársenos encima en poco tiempo. Primero había dos que con todos los que íbamos, pues casi sin problemas. –Pausa y otra mueca. –Pero luego empezaron a llegar más y más y se nos echaban encima. Madre mía… No pudimos más que huir. –Volvió a apretar los dientes y a cerrar los ojos con fuerza.
Escuchaba con atención y pensé que probablemente hubiera más que el día anterior. Me dirigí hacia Martin.
-¿Puedo ayudar?
Martin dejó un momento de limpiarle la herida y dirigió su mirada hacia mí. Sonrió. Parecía cansado.
-No gracias Clara. Lo mayor ya está hecho, sólo me queda vendar y listo.
Asentí y me levanté. Fui en busca de Bernardo. Se hallaba apoyado en una columna con los brazos cruzados, como tan típico era en él. Su mirada iba de un lado para otro. Me puse a su lado y miré yo también toda la sala. Había bastantes ángeles con heridas y un par de ellos hablaban con un grupo de ángeles. Había gente de un lado para otro con agua, gasas, vendas y otras cosas para curar a los heridos. Lo más grave era el ángel que había visto al entrar con el golpe en la cabeza. Otros ángeles llevaban toallas blancas empapadas en la sangre plateada, para lavarlas o, directamente, tirarlas. Parecía ser que el llevar a más ángeles había dado resultado para que hubiese menos bajas.
-¿Dónde estabas? Podíamos haberte necesitado. –Habló Bernardo.
-Me he dormido, lo lamento. –Dije, avergonzada.
-Cuando haya grupos que salgan, no se duerme hasta que vuelvan. Nunca sabes lo que puedes encontrarte cuando regresen. –Me reprendió, aunque no había dureza en su voz.
Tras una pausa, pregunté:
-¿Cuántos han… Cuántos no han vuelto?
-Dos. De veinte. Dos han quedado ilesos, aún no sé cómo y los demás… Ya lo puedes ver.

Asentí. Bernardo dijo que iba a hablar con los ``ancianos´´, como yo los llamaba. En realidad, eran ángeles que aparentaban la edad de Bernardo, pero que llevaban muchísimos años en el Cielo. Incluso había algunos que llevaban siglos allí. Me dirigí de nuevo con Martin y vi que Simon ya tenía el brazo curado y vendado. Se levantó y me dijo:
-¿Te apetece dar una vuelta?

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