Asentí. Simon era quien dirigía el paseo. Caminamos
en silencio y salimos del salón y nos detuvimos frente a la sala de entrenamiento.
Simon abrió la puerta y me indicó que entrara. Lo seguí y cerró la puerta. La
sala estaba vacía y era la primera vez que la veía vacía. Me resulto
extrañísimo.
Nos sentamos y Simon comenzó a hablar.
-Hoy ha sido muy duro. No sabía que iba a ser así.
Ver a uno de tus compañeros muertos… He visto sus ojos, Clara. Sin vida,
huecos. –Tragó saliva y continuó. –Los
demonios son horribles. A pesar de ver ilustraciones en los libros y cosas así.
Nada te prepara para la realidad. –Una nueva pausa en la que Simon levantó la
cabeza y me miró a los ojos. –Unos ángeles emprendieron el vuelo, y cuando
regresaron, dijeron que habían avistado demonios alimentándose en un parque.
Nos dirigimos todos allí y vimos a dos demonios con un humano ya muerto. Cuando
se dieron cuenta de nuestra presencia, dejaron la comida –Pronunció esto con
cierta amargura. – y se encaminaron gruñendo hacia nosotros. A ti te lo puedo
contar, estaba aterrado, a pesar de que estábamos tantos. Uno de los demonios
saltó hacia un veterano y lo rechazó sin problemas, pero de pronto, saltó otro
que no habíamos visto. Estábamos rodeados, Clara. Por todas partes. Demonios
por todas partes. Eran menos, pero había algunos muy grandes. Volé para
esquivar a uno y vi cómo todos luchaban. Algunos corrían mientras uno gigante
les perseguía. Entonces fue cuando cayó el primero de los nuestros, y nuestro
grupo se dispersó. Estábamos en grupos más pequeños y en todos había por lo
menos un demonio. Cayeron algunos pero aún así… Vi que uno de los grandes tiraba
a un compañero y que éste se golpeaba con una piedra. –El de la herida de la
cabeza pensé. –No podía ver cómo otro compañero moría. Me lancé, todavía en el
aire contra él y conseguí derribarlo, pero al ponerme en pie otro se tiró sobre
mí cuando alzaba de nuevo el vuelo. Me desgarró el brazo entero, como ya habrás
visto. –Dijo, con una sonrisa amarga, probablemente recordando el dolor. –Fue
como si me estuvieran quemando con algo. Otro compañero me lo quitó de encima,
afortunadamente. Entonces escuché el grito de que había que marcharse y
volvimos.
Vi cómo los enormes ojos verdes de Simon se
inundaban de lágrimas. Lo comprendí perfectamente. Yo también vi ayer cómo
morían mis compañeros. Me acerqué un poco más a él y le abracé. Después de la
sorpresa, me devolvió el abrazo. Permanecimos así un buen rato y luego,
secándose las lágrimas dijo.
-¿Podrías aconsejarme? Es que hay algo que les he
ocultado a los demás y… No sé qué hacer.
-Claro. –Dije, preguntándome qué sería.
-Cuando esquivé al primer demonio, me quedé por un
rato en el aire mirado la escena. Y… -Dudó. –No estábamos solos.
-¿Qué quieres decir?
-Pues que… En un monumento del parque, había un
ángel. Estaba muy oscuro así que se veía todo negro y pensé que era una estatua
pero… -Volvió a dudar y le apremié con la mirada. –Se movió. Sus alas se
movieron y luego volvió a quedar en la misma posición.
Nos quedamos un rato en silencio. Simon me miraba
esperando una respuesta, pero yo ya sabía quién era la sombra. Axel. Así que sí
que había ido aquella noche también a la Tierra.
-No creo que sea de mucha relevancia. Aunque fuera
un ángel oscuro, no intervino y además sólo era uno. Creo que dará igual si no
lo cuentas.
Simon sonrió, parecía aliviado.
-Gracias por escucharme, Clara. Ahora será mejor que
nos vallamos, si no van a preguntarse dónde estamos.
Me levanté y salimos. Tras darnos las buenas noches,
nos dirigimos cada uno a su cuarto. Aquella noche, no pude conciliar el sueño,
a pesar del rato que había dormido antes.
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