Como siempre, agradeceros a aquellos que me leéis y que visitáis el blog. Un saludo. Espero que os guste.
Simon gritó:
-¡Dejadla ir!
La oscura rió a carcajadas y la sonrisa del oscuro
corpulento se ensanchó y apretó su abrazo. La ángel de luz retenida gimoteó
lastimeramente. Axel levantó la cabeza al oír la voz de Simon y enseguida se
dio cuenta de mí presencia. O al menos eso creía. Su mirada aún era triste pero
ahora había sorpresa. En las miradas de los otros dos solo había irritación y
diversión. Nuestras miradas se cruzaron y permanecimos mirándonos un rato hasta
que él desvió la vista. Se dirigió otra vez al ángel retenida. Por su rostro
parecía que estaba ausente. La rubia hizo un gesto, desplegaron las alas y se
precipitaron al vacío. La ángel de luz emitió un chillido de terror que me heló
la sangre. Los vimos sobrevolar la calle esquivando coches. Simon corrió al
borde del tejado y se lanzó detrás de ellos. Lo seguí, sin saber muy bien qué
hacía. Por detrás vi que algunos ángeles más nos seguían desde el campanario.
Los ángeles oscuros iban muy por delante de nosotros y el corpulento iba un
poco más por delante, con la rubia y Axel siguiéndole a toda velocidad. Alcancé
a Simon y volamos los dos pegados. Dirigí la vista atrás y vi que otros seis
ángeles nos seguían. El resto posiblemente estaba buscando a más demonios. Los
oscuros entraron a un parque en el que había muchos árboles. Volando casi en zigzag,
esquivando los árboles, Simon y yo acortamos distancias con los ángeles
oscuros. De pronto la tierra se cortó bajo nuestros pies y nos encontrábamos
sobrevolando un lago. Era bastante grande, situado dentro del parque. Las aguas
estaban tan negras como el cielo nocturno. Los oscuros empezaron a ascender y
los seguimos. De pronto, replegaron las alas y se dejaron de caer de cabeza.
Simon y yo nos detuvimos en el aire. Axel iba el último. Nos miró y susurró una
palabra que no oí. Estaba demasiado lejos. Se zambulleron en las negras aguas.
En el parque reinaba un silencio absoluto. Nadie
imaginaría nunca que allí hubiera habido una persecución a alta velocidad y de
criaturas como ángeles. La única prueba que había eran unas ondas que llegaban
hasta la orilla. Pronto se calmaron y ocho ángeles se quedaron flotando en el
aire, en silencio, en la noche de la ciudad, invisibles al ojo humano. Nadie
hablaba, pero todos tenían lo mismo en la mente: El recuerdo de una joven ángel
perdida.
Vi como algunos ángeles empezaban a ascender
lentamente hacia el cielo nocturno, parecía que iban a estar ascendiendo para
siempre, hasta alcanzar las estrellas. Dirigí mi mirada a Simon, que miraba el
agua del lago, donde habían desaparecido los oscuros. Le cogí de la mano y tiré
levemente de él. Salió de su
ensimismamiento y se elevó conmigo. Fuimos ganando velocidad conforme íbamos
subiendo. Ninguno de los dos hablamos. Aún había algún que otro ángel por
detrás de nosotros. Vimos la luz intensa que comunicaba el Cielo con la Tierra
y cruzamos. Después de la experiencia, fue como entrar a casa pero sin sentirse
en casa. Me sentía hueca y sabía que Simon y los demás también. Me posé en el
blanco suelo del salón del Cielo y miré a mí alrededor. Estaban todos reunidos.
Pero todos mostraban caras de abatimiento. Bernardo y Martin estaban allí. Nos
dirigimos hacia ellos. Asintieron. Todos lo sabían ya.
-Actuasteis muy bien. No os mostréis tan tristes. Es
una pérdida, pero estas cosas pasan. –Dijo Bernardo.
Martin asintió, pero estaba en otra parte. Simon
habló.
-Aún así no es justo. Tendría nuestra edad y ya no
tiene vuelta atrás. Si al menos hubiese sido capaz de hacer algo, o de haberla protegido.
–Su voz era dura y dolida.
Martin levantó la cabeza rápidamente.
-Nunca es justo. Pero no podrías haber hecho nada,
Simon. Lo único que habrías conseguido tú y cualquiera es resultar muertos o
sufrir el mismo destino que esa chica. Es una lección que tarde o temprano
tenemos que aprender todos: La de perder un compañero. Lo peor es la certeza de
que sigue con vida. Pero a lo largo de los años, te afectará menos. Y créeme
que nadie tiene la culpa. Por lo menos no hay heridos de gravedad y muertos.
–Su tono se ablandó y sonó cariñoso y paternal.-Id a dormir.
Bernardo se mostró de acuerdo con lo que había dicho
Martin. Simon bajó la cabeza. Nos dirigimos a las habitaciones. La habitación
de Simon estaba cerca de la mía, sin embargo, entró detrás de mí.
-Voy a matar a todos los ángeles oscuros que vea.
Empezando por esos tres. –Declaró.
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