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miércoles, 19 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 23

Os dejo un pedacito un poco más largo, para compensar estos días que no he estado ''activa''. Tengo muchísimos exámenes, en total 12 entre esta semana y la que viene. Intentaré publicar siempre que pueda y tenga tiempo.
Como siempre, agradeceros a aquellos que me leéis y que visitáis el blog. Un saludo. Espero que os guste.

Simon gritó:
-¡Dejadla ir!
La oscura rió a carcajadas y la sonrisa del oscuro corpulento se ensanchó y apretó su abrazo. La ángel de luz retenida gimoteó lastimeramente. Axel levantó la cabeza al oír la voz de Simon y enseguida se dio cuenta de mí presencia. O al menos eso creía. Su mirada aún era triste pero ahora había sorpresa. En las miradas de los otros dos solo había irritación y diversión. Nuestras miradas se cruzaron y permanecimos mirándonos un rato hasta que él desvió la vista. Se dirigió otra vez al ángel retenida. Por su rostro parecía que estaba ausente. La rubia hizo un gesto, desplegaron las alas y se precipitaron al vacío. La ángel de luz emitió un chillido de terror que me heló la sangre. Los vimos sobrevolar la calle esquivando coches. Simon corrió al borde del tejado y se lanzó detrás de ellos. Lo seguí, sin saber muy bien qué hacía. Por detrás vi que algunos ángeles más nos seguían desde el campanario. Los ángeles oscuros iban muy por delante de nosotros y el corpulento iba un poco más por delante, con la rubia y Axel siguiéndole a toda velocidad. Alcancé a Simon y volamos los dos pegados. Dirigí la vista atrás y vi que otros seis ángeles nos seguían. El resto posiblemente estaba buscando a más demonios. Los oscuros entraron a un parque en el que había muchos árboles. Volando casi en zigzag, esquivando los árboles, Simon y yo acortamos distancias con los ángeles oscuros. De pronto la tierra se cortó bajo nuestros pies y nos encontrábamos sobrevolando un lago. Era bastante grande, situado dentro del parque. Las aguas estaban tan negras como el cielo nocturno. Los oscuros empezaron a ascender y los seguimos. De pronto, replegaron las alas y se dejaron de caer de cabeza. Simon y yo nos detuvimos en el aire. Axel iba el último. Nos miró y susurró una palabra que no oí. Estaba demasiado lejos. Se zambulleron en las negras aguas.
En el parque reinaba un silencio absoluto. Nadie imaginaría nunca que allí hubiera habido una persecución a alta velocidad y de criaturas como ángeles. La única prueba que había eran unas ondas que llegaban hasta la orilla. Pronto se calmaron y ocho ángeles se quedaron flotando en el aire, en silencio, en la noche de la ciudad, invisibles al ojo humano. Nadie hablaba, pero todos tenían lo mismo en la mente: El recuerdo de una joven ángel perdida.
Vi como algunos ángeles empezaban a ascender lentamente hacia el cielo nocturno, parecía que iban a estar ascendiendo para siempre, hasta alcanzar las estrellas. Dirigí mi mirada a Simon, que miraba el agua del lago, donde habían desaparecido los oscuros. Le cogí de la mano y tiré levemente de él.  Salió de su ensimismamiento y se elevó conmigo. Fuimos ganando velocidad conforme íbamos subiendo. Ninguno de los dos hablamos. Aún había algún que otro ángel por detrás de nosotros. Vimos la luz intensa que comunicaba el Cielo con la Tierra y cruzamos. Después de la experiencia, fue como entrar a casa pero sin sentirse en casa. Me sentía hueca y sabía que Simon y los demás también. Me posé en el blanco suelo del salón del Cielo y miré a mí alrededor. Estaban todos reunidos. Pero todos mostraban caras de abatimiento. Bernardo y Martin estaban allí. Nos dirigimos hacia ellos. Asintieron. Todos lo sabían ya.
-Actuasteis muy bien. No os mostréis tan tristes. Es una pérdida, pero estas cosas pasan. –Dijo Bernardo.
Martin asintió, pero estaba en otra parte. Simon habló.
-Aún así no es justo. Tendría nuestra edad y ya no tiene vuelta atrás. Si al menos hubiese sido capaz de hacer algo, o de haberla protegido. –Su voz era dura y dolida.
Martin levantó la cabeza rápidamente.
-Nunca es justo. Pero no podrías haber hecho nada, Simon. Lo único que habrías conseguido tú y cualquiera es resultar muertos o sufrir el mismo destino que esa chica. Es una lección que tarde o temprano tenemos que aprender todos: La de perder un compañero. Lo peor es la certeza de que sigue con vida. Pero a lo largo de los años, te afectará menos. Y créeme que nadie tiene la culpa. Por lo menos no hay heridos de gravedad y muertos. –Su tono se ablandó y sonó cariñoso y paternal.-Id a dormir.
Bernardo se mostró de acuerdo con lo que había dicho Martin. Simon bajó la cabeza. Nos dirigimos a las habitaciones. La habitación de Simon estaba cerca de la mía, sin embargo, entró detrás de mí.

-Voy a matar a todos los ángeles oscuros que vea. Empezando por esos tres. –Declaró. 

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