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jueves, 13 de febrero de 2014

Un amor entre dos ángeles 21

Una vez todos reunidos, abrimos la puerta y entramos. Iba de las últimas y vi que mis compañeros se habían detenido, cuando mis ojos se hicieron a la luz vi el porqué: Había demonios por toda la escalera que conducía al campanario. Algunos de ellos estaban tumbados. No se movieron. Parecían perros guardianes. Se hizo una larga pausa en la que el tiempo parecía haberse detenido por completo. Los dos bandos se miraban pero sin hacer ninguno el primer movimiento.  Por primera vez, me fijé bien en aquellas criaturas. Caminaban a cuatro patas y tenían un rabo acabado en punta muy corto. No tenían pelo, si no que su piel era lisa y de un tono verdoso muy oscuro. Sus cabezas eran enormes y parecían pesar. Sus ojos eran pequeños, amarillos y cortados, como los de un gato. Sus hocicos eran bastante largos, y asomaban las hileras de colmillos que eran todos enormes. Tenían orejas pequeñas.
Luego miré la iglesia. El altar era espectacular con todos aquellos grabados en oro y madera. Me hizo gracia ver las representaciones de ángeles como mensajeros. En realidad éramos protectores, pensé. Era un tanto irónico que se hallaran representados así y que, en esa misma iglesia, hubiera ángeles y demonios reales. Los arcos acababan en punta y se cruzaban. Por las vidrieras de colores, también con decoraciones católicas, debía de entrar mucha luz de día, ya que era de noche y la iglesia estaba bien iluminada. Seguí con la mirada la escalera de caracol llena de demonios que llegaba al campanario y vi, que la piedra se había derruido un poco en lo más alto. La torre estaba cerrada por bloques de piedra y sólo se veía el comienzo de la escalera y la puerta derribada. Sin embargo, a la altura del techo, donde terminaba lo visible de la torre desde el interior, junto al techo, unas piedras se habían derrumbado y había un hueco bastante grande. A pesar de que estaba oscuro, se veía la escalera de caracol que seguía ascendiendo. El hueco era lo bastante grande como para que cupiera una persona. Pero una persona no podía alcanzar semejante altura. Un ángel volando, sí.
Me dirigí hasta el ángel mayor. Le expliqué y le mostré el hueco. Él asintió. Así podíamos evitar más bajas y una pelea innecesaria. Hizo un gesto y todos comprendieron. Levantamos el vuelo y los demonios gruñeron y se acercaron. Uno por uno, fuimos pasando por el hueco entre las piedras. Los demonios seguían rugiendo y gruñendo abajo ya que estábamos fuera de su alcance. No eran muy listos y tardaron en darse cuenta de lo que pasaba. Cuando por fin lo hicieron, se apresuraron a empezar a subir la escalera.

Nosotros ya estábamos muy arriba y terminamos de subir. Abrimos la puerta que daba al campanario. Nos encontramos con un hervidero.

Espero que os guste.  

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