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sábado, 23 de febrero de 2013

Aquella etapa de mi vida, que lo cambió todo

Bueno, como ya dije anteriormente (véase en la entrada de Bienvenidos) no solo voy a publicar libros (sagas básicamente) que me haya leído. Desde que leo me gusta escribir y bueno... En este blog, también voy a publicar algún que otro cuento escrito por mí. Este es uno de esos cuentos que voy a publicar. Espero que os guste y si no, comentad sobre cómo puedo mejorar y si os gusta comentad también sobre lo que os haya gustado.

NOTA: Este cuento, va dedicado a mi familia, a mi madre que le encanta leer. Y a mi amigo Cándido, que también escribe genial. Un beso a todos.

                                               Aquella etapa de mi vida, que lo cambió todo

Estaba feliz, estaba corriendo con mis hermanos y hermanas en ese verde pasto. Todos los olores me ponían feliz. Olía a flores, a hierba húmeda, a mis hermanos, a ese bonito lago que había a un kilómetro de allí... Yo era feliz. Ya había cumplido 3 meses y nuestros padres nos dejaban un poco más de libertad. Pero, entonces, detecté otro olor; el olor humano. El humano, silbó. Yo inmediatamente reconocí ese silbido. Era Bill. Bill, era el dueño de mamá y papá. Nos quería mucho. Todos, incluidos mamá y papá corrimos hacia el.  Le lamimos las manos y nos tumbamos boca arriba para que nos rascara y acariciara.

Pero hoy no era un día como otros. Bill nos indicó que subiéramos al remolque trasero de su todo terreno. Al parecer, también lo llamaban coche. Pero a mí, en cuanto me subí, me tomó en brazos y me llevo junto a el en el asiento que hay a su lado. Yo, feliz de ir con el, ladré emocionado a mis hermanos:
-¡Ja! Moríos de envidia
Nos llevó a casa pero, nuevamente, a mí me volvió a meter en el coche. Fuimos los dos solos a una casa extraña. No detectaba ningún olor conocido. Tampoco de ningún perro. Entonces me asusté. No veía ni olía a nadie conocido. Tampoco mamá y papá estaban allí. ¿Qué iba a pasar? ¿Por qué Bill me había traído a este extraño lugar? Pero luego, me intenté calmar y cuando lo hice, llegué a la conclusión de que Bill nunca permitiría que algo malo me pasara. Él era mi amigo. Confiaba plenamente, que digo, ciegamente en el.

Nos detuvimos en un portal y Bill llamó a un timbre. Una voz preguntó quién llamaba y Bill contestó que traía al perro. ``Perro´´ pensé extrañado. Bill nunca nos había llamado perros. Siempre a mis padres por su nombre y a nosotros se nos refería como amigo. Que extraño. Se abrió la puerta y fuimos dentro. Subimos en un aparato extraño a otro piso y cuando las puertas de ese extraño aparato se abrieron, salimos fuera. Un hombre que no había visto nunca nos miraba sonrientes. Saludó a Bill y luego se me quedó mirando. Parecía satisfecho. Eso me enorgulleció. Estaba satisfecho de mí. Seguro que se había quedado impresionado de mi brillante pelaje. Bill y el extraño hombre, comenzaron a hablar. Yo, aproveché para olisquear el lugar. Todo era nuevo para mí. Nada olía a campo, como en el pequeño chalet de Bill. Aquí olía a ciudad, productos de limpieza, tabaco, alcohol y a humano. Sobre todo a humano. También detecté el olor de un gato. El rastro debía de ser de hace unos dos días más o menos. Luego, me percaté de que Bill y ese hombre habían dejado de hablar. Volví la cabeza hacia ellos y Bill me llamó. Fui hasta el. Me acarició la cabeza y me dijo:
-Bueno amigo. Ha sido un placer. Te echaré de menos.
¿Qué? ¿Que había sido un placer? ¿Qué me iba a echar de menos? ¿A dónde se iba? ¿O a dónde me iba yo? Mientras mi cabeza se hacía todas esas preguntas Bill le entregó mi correa a ese hombre y entonces, el tiró de mi hacia el interior de la casa con la puerta abierta. Bill, con una mirada triste, se dio la vuelta y pulsó el botón del extraño aparato en el que habíamos subido. Comprendí que Bill me estaba abandonando. Que me había entregado a un extraño. Bill. Mi amigo, mi compañero, era como uno de mis hermanos de camada, confiaba ciegamente en él. Me estaba abandonando. No.... ¡NO! Empecé a tirar hacia Bill, gimoteando para irme con el. Pero el hombre era fuerte. Me llevaba hacia atrás. Yo seguía llorando. Al final, gimoteando conseguí ladrarle:
-¡NO! ¡NO TE VAYAS BILL! ERES MI AMIGO NO PUEDES IRTE ¡¡¡BIIIILLL!!!
El se metió en el aparto sin hacer caso de mis tristes ladridos ni de mis gimoteos. Casi a la vez, el hombre logró introducirme contra mi voluntad en la casa y cerrar la puerta. Luego de eso, soltó mi correa. Yo, seguí gimoteando, esta vez, ladrando lastimeramente y rascando la puerta en un inútil intento de ir con Bill.
El hombre, dio una palmada y dijo:
-Bueno. Bienvenido a tu nuevo hogar cachorrito.
¿Mi nuevo hogar? Mi único hogar es y siempre sería el chalet y prado de Bill. Luego, reparé en algo: Mi familia. ¿Qué dirían ellos? ¿Cómo se lo tomarían mis hermanos y hermanas? ¿Y mis padres? ¿Vendrían a por mí? La verdad, después de Bill ya no estaba seguro.
Entonces, ese humano me cogió y me llevo a la cocina. Me metió en una caja, cerró la solapa y me hizo unos agujeros por los que puso un pequeño cuenco con agua y comida. Pero no podía salir. Luché y luché por hallar le modo de salir de allí pero no podía.
Noté como ese hombre cogía la caja en la que me había encerrado y me llevaba a algún sitio. Me depositó suavemente en el suelo pero no abrió la caja. De pronto, el se alejó y me dejó solo. Completamente solo. No se oía a nadie.
No sé cómo llegue de nuevo a mi prado. Pero estaba allí. Veía a mis hermanos y hermanas jugar con mi padre, mientras mamá me lamía detrás de las orejas para limpiarme. En su hamaca, estaba Bill, sonriendo observándonos. De pronto, oí voces extrañas. Y la de aquel hombre. Me desperté. Sólo había sido un sueño. Un maravilloso sueño. Agudicé mi oído y escuché:
-¿Qué tal te lo has pasado en casa de la abuela cariño? -Preguntó el hombre
-Muy bien papá -Respondió una voz desconocida. Parecía la de un niño.
-Me alegro. Ahora, feliz navidad hijo. Abre tu regalo.
Oí como alguien (deduje que el niño) se acercaba a mi caja. Me senté y abrieron la caja. Salté al exterior y el niño soltó una exclamación de sorpresa. Al tiempo que le decía al hombre:
-Es precioso papá ¡Gracias!- Empezó a acariciarme detrás de la oreja- Lo llamaré... Toby.
¿Toby? ¿Ahora tenía un nombre? Guau.
En fin. Ahora, ese niño que pronto descubrí que se llamaba Alex y su padre llamado Richard eran mi ``nueva familia´´. Pero, en lo más profundo de mi corazón, mi única familia son mis padres, mis hermanos y hermanas y Bill. Llegó el verano. Había oído que Alex y su padre iban a irse de vacaciones. No sabía lo que eran puesto que, a mi recién cumplido año, nunca había ido de vacaciones. Pero Alex, estaba ilusionado así que debía ser divertido.
Por fin llegó el maravilloso día de irnos de vacaciones. Estaba deseando ir. Olores nuevos, me imaginaba un sitio más grande y perros nuevos. Me subí de un salto al coche. Íbamos por la carretera y de pronto nos detuvimos. Mi rabo ya no podía ir más deprisa. Estaba emocionadísimo. Alex me desató, me puso mi collar con un hueso con mi nombre y abrió la puerta. Yo salté inmediatamente fuera. Me volví para ver porqué Alex no salía a jugar conmigo. Cuando vi un punto de tristeza en los ojos, mi rabo se fue deteniendo poco a poco hasta que lo bajé. ¿Por qué de pronto Alex estaba triste? ¿No eran tan buenas las vacaciones? ¿Tan divertidas? De pronto, Alex cerró la puerta, bajó un poco la ventanilla y me dijo:
-Lo siento Toby. Pero no permiten perros.
Le miré confundido. ¿De qué hablaba Alex? ¿Cómo que no permiten perros? ¿Dónde? Alex, volvió a subir la ventanilla y Richard arrancó el coche. Yo seguía confuso. Más bien no entendía nada. Seguía inmerso en mis pensamientos cuando me di cuenta de que el coche de Richard estaba alejándose de mí. No podía ser. ¿Se habían olvidado de mí? ¿Por qué me dejaban allí? Tenía que ser un error. Seguro que Richard y Alex se habían equivocado. Comencé a correr. Cada vez más deprisa. Saqué la lengua afuera. El coche era muy rápido. Pero no iba a rendirme. Tenía que alcanzar el coche para que Richard y Alex se dieran cuenta de que sin querer me habían dejado atrás. Corrí, cada vez más deprisa. Pero el coche era muy rápido. Mucho más rápido que yo. Y yo me estaba empezando a cansar. Reduje la velocidad. Al final en un simple trote. Luego andando. Luego me pare. Estaba jadeando hacía mucho calor y tenía sed después de esa desesperada carrera. ¿Acaso Alex y Richard me habían abandonado?
Seguí caminando por la carretera. No sabía muy bien el porqué.
No sabía cuánto tiempo llevaba caminando pero una camioneta se paró junto a mi. Salió de ella una chica. Por su olor, supe que le encantaban los perros. Me quedé mirándola un rato. Luego, supe que era buena. Me acerqué a ella y me dio comida. Moví el rabo en agradecimiento.
Me subió a la camioneta y me llevó a un centro. Allí había muchos perros. Pasé allí recuperándome y viviendo bien unos meses. Un día, apareció allí una familia. La madre, el padre y una niña pequeña. En ese momento, no le di importancia. Estaba en un centro de adopción todos los días venía gente para adoptar a perros y cachorros. Pero ese día, me eligieron a mí. Al principio, cuando llegué a su casa, me mostré desconfiado. Mis dos anteriores familias me habían abandonado. La niña, se llamaba Llily. Me cayó bien. Era dulce y paciente. Quería ganarse mi confianza. Iba poco a poco. Aquella niña me gustó mucho. Cuando cumplí los 2 años, llegó una fecha que me atemorizó al instante; las vacaciones de verano. Fuimos en coche. Llily me rodeó con su brazo y se quedó dormida con una sonrisa en la cara. Llegamos a un prado y la madre de Llily le despertó. Llyli me desató y abrió la puerta pero yo no me moví. Otra vez no. Pero, para mi sorpresa, Llily se bajó de coche y sus padres también. Sólo yo quedaba en el coche. Pero aún no me fiaba como para salir. Pero, entonces Llily me dijo:
-¡Toby! ¡Venga vamos a jugar! -Y salió corriendo a toda pastilla.
Entonces ya no dudé. Salí y empecé a correr detrás de ella. Vi su enorme sonrisa y entones lo supe:
Llily iba a ser mi familia.
Ni Bill, ni mis padres ni hermanos, que me habían regalado como regalo de navidad.
Ni Alex y Richard que me habían abandonado en mitad de una carretera a mi suerte.
Llily y sus padres. Pero sobre todo Llily. Era pequeña, frágil. Tenía que protegerla.
Llily era mi amiga. Y podía confiar en ella. Lo supe. Lo noté dentro de mí. Llily lo cambió todo.


FIN

6 comentarios:

  1. Fantástica historia desde el punto de vista de un cachorro.
    Me ha gustado mucho, el tema, lo que denuncias y la forma tan natural de tratarlo. Poniéndote en la piel del perrito.
    Enhorabuena y espero que sea el primero de una larga y prolífica lista de relatos.
    Gracias

    Cándido

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. Cándido me alegra mucho que escribas por aquí. Y también me alegra mucho que te halla gustado. El cuento que te tengo que escribir aún está pendiente, voy más o menos por la mitad y aún está por acabar. Me quedo un poco estancada pero ya lo acabaré en cuanto me venga la inspiración.

    Repito que todos los comentarios que se hagan, antes de ser publicados los leo yo, y si les doy el visto bueno son publicados en el blog.

    Saludos.

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  4. que bonita historia,me ha encantado,sigue disfrutando con la lectura y sigue contandonos historias tan bonitas

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  5. Hola cielo, no sabía que tenías blog, ahora ya no te pierdo de vista !!!
    Escribes muy bien, me gusta como te expresas.
    Muuuuuuuac.

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