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lunes, 2 de septiembre de 2013

El sonido del silencio

En una montaña remota, donde el ser humano jamás a dejado su huella, se puede apreciar el sonido de la naturaleza. De un bosque en silencio. Pero no en completa quietud. Hoy, se emprende un viaje desde el corazón de la mismísima Madre Naturaleza.

Nada más comenzar, se puede apreciar que ese lugar es distinto, sacado de cuento, se podría decir. Cunado ya te empiezas a adentrar en el bosque, se escucha un silencio tranquilo. Pero, ¿Cómo se escucha un silencio, si el silencio es, la carencia de sonido? Para mucha gente, resulta imposible. Pero ahí se encuentra. En lugares tranquilos como esta montaña se puede hallar el silencio más hermoso de todos. El silencio producido por la naturaleza.

Vas caminando por su espesura. El suelo está cubierto de hojas y te encuentras rodeado de árboles por todas partes. Lo único que se escucha es el crujir de las hojas que produces tú mismo al caminar, el canto de las distintas aves, llamándose unas a otras. 

Si te concentras un poco, podrás oír el susurro del viento, difícil de escuchar pero ahí está, persistente. Sólo es un susurro, una caricia en las copas de los árboles. Susurra una canción para todo aquel que quiera escucharla con atención. Es curioso que, una vez que la has oído, levantas la mirada del entorno que te rodea y te encuentras con el cielo azul, con alguna que otra nube y con los árboles meciéndose, como si estuvieran bailando al compás del viento. 

Sigues caminando y escuchando. Poco a poco, empiezas a escuchar, cada vez más claro el sonido de un arroyo. Es un sonido bello. Yo diría que atrayente. Ya te encuentras envuelto en ese bosque, ya formas parte de ese entorno y, sin poder evitarlo, sientes que deberías ir a ese arroyo. 

Sales corriendo arrastrando hojas secas a tu paso y te invade una sensación de una libertad plena. Corres por el bosque con los sonidos siguiéndote allá a donde vas. El sonido del arroyo está cada vez más cerca. Al principio no te habías percatado, pero ahora sí. El viento, te sigue mientras corres, sigue susurrando y con el viento a tu lado, te sientes más seguro y con más fuerza en las piernas. Corres más rápido, sientes que el arroyo está más cerca, lo escuchas. 

Te vas deteniendo poco a poco, divisando el arroyo. El sonido de las hojas mientras caminas se mezcla con los potentes y acelerados latidos de tu corazón por haber corrido. 

El arroyo, tiene el agua cristalina. Tanto que se ve el fondo. El fondo, está lleno de piedras grandes, lisas y redondas. Por el arroyo puedes ver pequeños pececillos y renacuajos. Hay una pequeña cascada. Subes la cascada y te quedas parado de golpe. Una hermosa cierva de color marrón claro, está bebiendo agua del arroyo. Su lengua crea pequeñas ondas, que es lo único que perturba las aguas aparte de la pequeña corriente. Alza la cabeza cuando te ve. Y, sin más, cruza el arroyo a la orilla en la que te encuentras, y sale al galope. 

Cuando llega la luz del crepúsculo, sabes que a llegado la hora de irse. Retomas el camino de regreso. Puedes percibir que el silencio a cambiado. Ahora es un silencio más intenso. Las aves han silenciado su canto, ya dormidas. Incluso el susurro del viento había cesado. Y, conforme te alejas del arroyo su sonido se amortigua. Era una noche tranquila. Tan sólo los grillos y algún que otro búho, rompen el silencio. Ya saliendo de la montaña, un sonido desgarra el silencio de la noche. Tardas un momento en averiguar de qué se trata y de dónde proviene, puesto que es un sonido tanto bello como aterrador; es un aullido y proviene, lo más probable de un lobo. Después de ese día de ensueño, sales de la montaña, después de aprender a escuchar el sonido del silencio.

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